Durante unos pocos años, Televisión Española vivió aires de independencia. Fue en la época de José Luis Rodríguez Zapatero, cuando eligió para dirigir los destinos de la casa a una catedrática de universidad, Carmen Caffarel, la mejor directora que ha pasado por la casa. Con ella, los profesionales de TVE vivieron el mayor grado de libertad. Caffarel, una mujer dialogante, estaba cerca de la izquierda y de Rodríguez Zapatero, pero no padecía los males del sectarismo que aquejaba a la familia socialista de Madrid.

En España se ha producido una lenta demolición de la frontera entre el periodismo de opinión y la información. A veces los titulares de las noticias se vuelven editoriales. La ideología -ese cristal de colores a través del que se ve otra realidad- intenta impregnar el relato de lo que ocurre. Es difícil manipular la verdad, pero no sus circunstancias. "La nueva presidenta de Adif dirigió la obra del tramo de Angrois en el que murieron 80 pasajeros" es un titular veraz, que no estropea la realidad de que la señora no fuera imputada con ninguna responsabilidad.

La información se ha vuelto de parte. Los medios presentan noticias y opiniones para los consumidores de una o de otra tendencia ideológica. La única garantía de independencia está en la pluralidad de los medios y en los restos de la libertad profesional que los periodistas siguen defendiendo en la última trinchera.

Desde hace muchos años, los medios públicos viven resistiéndose a las presiones del poder político. A veces con éxito. A veces no. Es difícil sobrevivir a quien te elige confundiendo las noticias con la propaganda. Suele ser una relación que acaba mal para una de las partes. Siempre la misma. Los dos grandes partidos del duopolio político español, PP y PSOE, han vivido el turnismo en TVE. Con cada periodo político cambiaba el "régimen" en la casa: unos profesionales ascendían y otros se marchaban a hibernar. El pacto de Podemos con el PSOE para colocar un nuevo gestor demuestra que no ha cambiado nada. Lo único que cambia es quién intenta manipularla.

Caffarel pensaba que para garantizar la libertad de TVE había que aumentar el grado de independencia de los profesionales, por un lado, y establecer un código ético muy estricto, por el otro. Que los políticos no manden nada y las reglas deontológicas lo manden todo. En ese espíritu se vivió durante algunos felices y breves años. Luego se volvió a lo de siempre.

Esto de lo que va es de colocar "al nuestro". Para que después se coloque a todos los demás. Situar la cabeza de puente de la invasión. Eso es lo que es TVE: un botín. A ver si lo vamos aprendiendo. Un hueso apetitoso. Para que lo mordisqueen pero solo un poquito sus trabajadores. Y para que le suelte la gran dentellada el mastín político. Ese perro, siempre a su dueño fiel pero importuno. Y caro.