Existe una imagen muy gráfica de lo que es el Estado fiscal. Es un pequeño árbol en donde están posados varios pájaros. Diez en las ramas más bajas, cinco en las del medio, tres en las de arriba y uno en la copa. Las deposiciones del primero caen en los de abajo. Y las de estas en los otros. Y así hasta los últimos de abajo, que están enchumbados con las cagadas de todos los pájaros que tienen por encima.

La imagen representa con humor la pirámide fiscal. Arriba estarían las administraciones públicas y abajo del todo -en la última rama- los ciudadanos y autónomos. Y en medio, todo lo demás: las grandes empresas, las Sicavs, las Socimis, las grandes cadenas comerciales...

La nueva ministra de Hacienda, María Jesús Montero -de Montoro a Montero y tiro porque quiero-, ha anunciado nuevas cargas fiscales. El Gobierno del PSOE tiene un problema importante. Por un lado quiere aumentar el gasto en varias acciones estratégicas pero por el otro tiene que cumplir con los objetivos de déficit público que nos han marcado desde donde nos prestan el dinero. Bruselas quiere que España, este año, tenga un déficit -la diferencia entre lo que se recauda y lo que se gasta- de "solo" veinticinco mil millones, equivalentes al 2,2% del PIB (para el próximo año no podremos pasarnos del 1,3%). ¿Y por qué tenemos que hacerles caso? Pues porque nuestra deuda pública supera el billón de euros y estamos pagando unos intereses muy bajos gracias a las políticas del Banco Central Europeo. O sea, que debemos hasta la camisa que llevamos puesta y conviene que cumplamos con quien nos da oxígeno.

En esa tesitura, el Gobierno necesita exprimir más el limón de los impuestos. Es decir, ingresar más pasta. Montero ha anunciado un nuevo impuesto a la banca, otro para los grandes operadores tecnológicos -la llamada tasa Google-, una subida del tipo mínimo del Impuesto de Sociedades y un nuevo gravamen para los productos contaminantes. En total alrededor de tres mil millones más para el fisco.

Sería de género tonto pensar que el nuevo impuesto a la banca lo pagarán las entidades financieras con cargo a sus beneficios. Lo repercutirán sobre sus usuarios como que dos y dos son cuatro (excepto si se trata de un banco, donde serían cuatro más dos de comisiones). Y lo mismo pasará con la implantación de nuevas cargas a los productos contaminantes. Algunos ya están anunciando que se trata de un aviso a navegantes sobre una nuevo gravamen a los combustibles -los que más repercusión tienen sobre el medio ambiente- con el que van a crujir a los millones de conductores que utilizan su coche particular como medio de transporte.

Yéndonos a la imagen gráfica de los pájaros en el árbol, a los que estamos en la rama más baja nos va a llover aún más porquería. Vayan preparando la cartera. Como éramos pocos, parió la abuela.