Más de cincuenta obras, en variadas técnicas y soportes, dan forma al espectacular Bestiario de Picasso, expuesto en su Casa Natal y que forman parte de las colecciones de la fundación de su nombre, abierta en Málaga, su ciudad natal. La galería evoca los animales que pasaron por la vida y el sueño de un genio arisco y tierno, desde las numerosas mascotas de infancia y senectud, que fueron testigos de su febril actividad creativa, a las criaturas libres que observó con interés y admiración y que, en momentos claves de su existencia, dieron alientos de pasión y rebeldía al más fascinante creador contemporáneo.

En la interesante exposición destacan las palomas de las plazas andaluzas y las ramblas barcelonesas que, por su talento, pasaron de ser elementos y complementos habituales del costumbrismo plástico a símbolos de valores eternos, tan costosos y necesarios como la paz; y, además, conviven con los halcones y otras rapaces, rotundos y elegantes agentes de la depredación; y las lechuzas que, desde la antigüedad clásica, tuvieron significados relativos a la sabiduría y el hermetismo.

Ocupan un espacio determinante en la muestra, los animales domados de los circos, protagonistas y entornos de las telas primeras, orientadas hacia los cauces de pureza y ternura que abrieron ciertos impresionistas y que él, con su caudaloso idioma plástico, elevó a las cotas supremas. Y, naturalmente, los toros, sin los cuales es imposible entender a los artistas que, sin trucos ni afecciones, digamos Goya y Picasso, representaron mejor el alma hispana o, si lo quieren, el carácter de un pueblo tan adecuado en lo cotidiano y con tan desgarrada pasión en el drama y la fiesta que, para colmo o gloria, se confunden muchas veces.

Protagonistas centrales de su fabulosa y en todas las formas posibles -dibujos, sanguinas, ilustraciones de libros y grabados, aguafuertes, litografías, cerámicas y metales- los astados son los protagonistas centrales de su fabulosa animalia y, en algunos casos, como apuntes ocasionales tomados en las corridas de toros del Sur de Francia y, en otros, como ensayos deliberados para grandes creaciones, nos dan pistas de sus rumbos éticos y plásticos y establecen un paralelismo con el gran Goya, pionero sin discusión de la simbología amada y odiada del toreo que ahora, más que nunca, enfrenta a los españoles.