No cabe la menor duda que nuestro presidente del Cabildo de Tenerife, don Carlos Alonso, es un hombre fajado, pues diariamente aparece en los medios de comunicación "retratado", demostrando así que está en todas partes. Esto no es malo, todo lo contrario, el hombre se pone el mono de trabajo y se interesa por todos los temas importantes que requiere la responsabilidad de su cargo, al mismo tiempo que propicia que la entidad que representa esté continuamente en los medios de difusión, algo así como presentar un delicioso aperitivo antes de un buen almuerzo o cena. Con este comentario no pretendo agraviarle, ya que no es mi estilo, pero sí me gustaría llamar la atención, con todos mis respetos, sobre su exceso de locuacidad.

En los últimos días, en declaraciones a prensa, refiriéndose al sector empresarial de coches de alquiler, dice que entiende sus protestas pero que la sociedad es más que los empresarios. ¡Hombre de Dios! La sociedad, tal y como está montada, sin empresarios no es nada, pues sin emprendedores y personas que arriesguen su dinero, creen empleo, consumo y por tanto riqueza, vayan pensando otra manera de plantearla. Por otra parte, precisamente usted representa un sinfín de empresas gestionadas por la propia entidad, por lo que no se tire piedras sobre su tejado. ¿Acaso el Cabildo, con el dinero de todos, no se ocupa de los vinos, lácteos, juegos de azar (casinos), aguas, turismo, cultura y tantas y tantas otras cosas de las que es usted su jefe directo? Sé que los incisivos periodistas buscan siempre la noticia y que a veces los políticos se ven obligados a meter la pata o a soltar una patochada, como esa que leí el otro día: "Gran Canaria sí ha desaprovechado los mejores años del boom turístico". ¿Es necesario entrar en conflictos absurdos, justo cuando días antes piropeaba al señor Morales, presidente del Cabildo de esa isla, con el que se paseaba, cual dos enamorados, hablando de los temas gastronómicos? No le saque los colores al vecino que ellos pueden meter el dedito en la llaga con el tema de carreteras, y eso sí que es una vergüenza. Después lo engalana firmando comentarios como el titulado "Tiempos de guerra, tiempo de paz". Le deseo suerte para sacar adelante nuestra tierra, pero de vez en cuando bájame el labio con determinadas advertencias.

Otro ejemplo de locuacidad excesiva la tenemos en la prensa deportiva con el fútbol. Nos volvimos pronto a casa del Mundial, pero no creo que deba haber culpables, y me gustaría defender a los jugadores del maltrato al cual han estado sometidos.

La selección llegó a la convocatoria con su palmarés de dos Eurocopas y un Campeonato Mundial, con los medios pecando de superioridad. ¡Ni que jugáramos contra cojos! Ya en el primer partido comprendimos que la cosa no sería fácil, y aunque costó pasar la primera fase, y a priori topamos con el cuadro más asequible, fueron a Moscú creyendo que sería un paseo militar, que Rusia no tiene equipo, y lamentablemente, en la tanda de penaltis nos mandaron para casa. Comprendo la desilusión, pero de ahí a que los jugadores sean unos petardos y estén acabados, que tengamos al peor portero de la historia, que hay que hacer un cambio radical con entrenador nuevo y sistema de juego distinto porque ya no vale, es pasarse un poco. No creo que tengamos que inventar otra forma de jugar. Seamos serios. Son 32 naciones y solo puede quedar una. En este Mundial nos estamos llevando muchas sorpresas, y más las que habrá de aquí a la final. Cualquier equipo, sin ser una potencia, ha puesto en un brete a un grande, pues la mayoría de jugadores del campeonato juega en los mejores equipos del Mundo y han estado a las órdenes de grandes entrenadores. Alguien dijo que son pocos los que saben realmente de fútbol, y en España somos unos alegadores de cantina, dónde cada cual vocifera más y tiene su alineación, pero los partidos no se acaban hasta que el árbitro lo decide.

Posiblemente, con un poquito de suerte, nuestros "maletas" hubiesen llegados más lejos, los fallos en los penaltis nos apearon. No creen tantas expectativas falsas, pues muchos de esos jugadores nos han dado numerosas alegrías.

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