Nunca es tarde si la dicha es buena. Tampoco para escribir estas líneas que, aunque con un poco de retraso, no dejan de ser un deseo que quieren reflejar el justo anhelo de los chicharreros por un bien que ha tardado mucho tiempo en llegar, lapso de años que han propiciado períodos más que desagradables entre la petrolífera, administraciones y ciudadanos. Episodios contaminantes que contribuyeron, además de al freno natural de los barrancos, a la expansión hacia el sur de Santa Cruz. El puente Zurita salvó el accidente del relieve para la construcción de la carretera de La Laguna; el de Galcerán para comunicar con los barrios costeros de El Cabo y Los Llanos; y el de Serrador para enlazar el centro con La Recova y aledaños. Tres puentes que perseguían la expansión de una Santa Cruz que se encontraba absolutamente encajonada. Otras infraestructuras, de menor identidad, ayudaron un poco a su crecimiento. Los que hemos pateado la ciudad desde pequeño recordamos que La Salle era una formidable finca de plataneras denominada Los Molinos y por cuyo centro transcurría un camino que conducía al barrio de La Victoria. La autopista del norte comenzaba al inicio de lo que hoy es la avenida Tres de Mayo, y en su parte izquierda se levantaba un muro que aislaba, por seguridad y peligrosidad, a una potente industria llamada Cepsa que en la década de los 90 cedió unos solares que significaron el nacimiento del lujoso (¿) barrio Cabo Llanos. Y aquí aterrizamos con la actualidad donde el ayuntamiento y la Refinería han creado un gran proyecto que transformará Santa Cruz en una urbe distinta y con un adiós definitivo al refino que tantas molestias oscuras causó a los ciudadanos.

Desde los tiempos de García Sanabria, buen alcalde, quien, sin embargo, no supo adivinar el rápido crecimiento de su ciudad, pero que fue el artífice de muchísimas y buenas realizaciones que llegan hasta hoy (el mayor parque urbano de Canarias, por ejemplo), llegando a 1992, año en que el alcalde José Emilio García Gómez logró que aquel "muro de Berlín" se viniese abajo y diera paso a unos terrenos cedidos por Cepsa, que serían el inicio de una extensión de la capital hacia el sur que aquí calificamos, años después, como "Cabo Llanos, un erial de lujo". Y es que, pacientes lectores, resulta muy difícil comprender cómo, a pesar del tiempo transcurrido, por allí se carece de plaza, árboles, fuentes y jardines, aunque sí cuentan con el barranco de Santos que, cuando hay avenidas, anega todo el entorno en grado superlativo incluyendo a la iglesia matriz de La Concepción. Se ha escrito mucho sobre lo realizado en aquellos terrenos, pero conviene recordar al alcalde Bermúdez, sin querer enturbiarle su exultante estado de ánimo, que el Auditorio pierde todo su revestimiento, que su interior está diseñado para no disponer de accesos a los servicios y, lo que es peor, las salidas de emergencia, en caso de algún incidente, no contribuirían a un feliz desenlace. El Parque Marítimo se convirtió en un bochornoso y molesto negocio; el Palmétum permanece medio abandonado; el Centro de Ferias con las inevitables goteras de Calatrava; el falso techo del Intercambiador se vino abajo y nada se ha sabido de responsabilidades; las edificaciones cumplen con la regla de "la caja de zapatos en vertical y de cemento", un auténtico esfuerzo intelectual de los técnicos, es decir, no ha existido la imaginación en los distintos estudios de arquitectura y, lo más significativo, no existe un banco donde poder descansar. Por cierto, nos permitimos recomendar una relajada lectura de los artículos que, sobre estos asuntos, publica en este periódico Dulce Xerach Pérez.

Nuestro escepticismo no debe desdibujar el éxito obtenido hace un par de semanas, 26 de junio de 2018 para la historia, por el alcalde José Manuel Bermúdez y el vicepresidente y consejero delegado de Cepsa, Pedro Miró Roig. Ambos firmaron un acuerdo por el cual ¡573.000! metros cuadrados ocupados por la Refinería se convertirán en una gran zona público-privada, donde el 67% será destinado a espacios públicos y el 33% será para aprovechamiento lucrativo y terciario. De toda esta nueva zona, el 41% será para espacios verdes. Como testigos destacados de esta gran operación: el presidente canario, Fernando Clavijo y el presidente del Cabildo tinerfeño, Carlos Alonso. "Se abren las puertas a una nueva Santa Cruz, más verde, más sostenible y más eficiente, teniendo muy presente la participación ciudadana de modo transparente", manifestó el alcalde jubiloso (se le apreciaba en la cara, y no es para menos). "Santa Cruz Verde 2030" es el nombre del proyecto notablemente inusual porque se va a conseguir transformar una zona industrial en una gran extensión urbana con zonas de baño (no playa), puerto deportivo, paseos marítimos para viandantes y ciclistas, una nueva rambla, otras que conectarán con las de Santa Cruz, y más detalles que se irán conociendo poco a poco para que no se produzca un engullimiento generalizado de informaciones.

Señor alcalde: un campo de tanques y tuberías va a ser sustituido por una arboleda y edificios. Debe permanecer ojo avizor a los especuladores que se escondan en la floresta. Santa Cruz, así, evitará regresar a tiempos no deseables.