De cada viaje siempre existe un buen recuerdo que nos queda grabado en la retina. Un recuerdo que se puede quedar en alguno de tus sentidos. Un monumento, un sonido peculiar, un sabor, el tacto de una seda en un bazar o el horizonte en un mar que parece eterno.

En los viajes que he podido hacer, continuamente descubro cosas realmente asombrosas y que se quedan para siempre en la memoria e irremediablemente comparo esas sensaciones con las vividas en mis islas y lo mejor me ha pasado aquí.

Para potenciar el sentido del oído, nada mejor que quedarte en un hotel rural del municipio de Vallehermoso y "escuchar cómo amanece". Estoy escribiéndolo bien, allí amanecer primero se escucha y después se ve. Parece que los mirlos, capirotes y canarios entablaran una intensa conversación entre trinos. En Vallehermoso, el roce de las palmeras guaraperas lleva un mensaje implícito que puedes llegar a comprenderlo. Un mensaje que te manda la naturaleza, que te envían los vientos alisios en forma de susurro.

Para complacer al sentido de la vista, ya se lo dije hace unos días a un famoso locutor de radio, "sube al valle de Ucanca y mira las estrellas, y si lo deseas, bájalas". El cielo del Teide, la noche en Ucanca, es una sensación visual que debemos experimentar, aunque sea una vez en la vida, porque es sencillamente única. No habrá un sitio tan inmenso y tan majestuoso como ese paraje para que se nos quede en la retina para siempre. Sería un egoísmo inmenso ir solos. Esta sensación es para compartir.

Para darle placer al sentido del gusto, también podemos quedarnos en Tenerife. Nuestra isla tiene unos recursos gastronómicos únicos en todo el mundo. Tenemos muchos lugares con cocina preparada con alimentos "kilómetro cero". Aquí existe un mundo de sabores por descubrir, por añadir, por degustar. En los lugares que menos nos imaginamos existe un torbellino de sabor que nos lo llevaremos con nosotros para siempre. Desde el dulce a lo salado. Desde la miel de retama hasta un mojo verde. Aquí todo se transforma en una sinfonía de sabores.

El olor a la sal marina es indescriptible. También aquí en Canarias podemos "oler el mar". Tengo un recuerdo cuando olí el mar en la isla de la Palma. En el escarpado mar de Los Sauces, hace muchos años, cuando fui una temporada y bajábamos a pescar podía sentir un olor "atlántico" a burgado y sal, nuestro mar huele a barcos clandestinos, a Amaro Pargo, a aventuras de corsarios y piratas, a libertad, a añoranza. Nuestro mar tiene un olor característico que no podrás encontrar en ningún sitio del mundo. Hagan la prueba, porque los olores marinos podemos compararlos. No huele igual el mar del Cabo Finisterre que el del faro de Isla de Lobos, no huele igual el mar de Mármara, en el Medio Oriente, que el mar que nos rodea en este paralelo 28.

Y nuestra artesanía se puede tocar. La fibra vegetal tiene un tacto que nos traslada inmediatamente a castaños, palmeras... la madera nos lleva a brezos y a la tea, nuestros trajes tradicionales nos hacen viajar, cuando los tocamos, a telares silenciosos que elaboran piezas únicas y auténticas, la cerámica hecha en nuestra tierra nos hace viajar a diferentes texturas y colores de barros y tierras únicas en nuestras islas, la herrería nos hace sentir un tacto rudo, pero con un enorme trabajo y pasión. El trabajo se puede apreciar con el tacto y la textura.

Cada vez que he viajado, observo el lugar, disfruto de toda la ciudad, "me la bebo a sorbos" y también la comparo con mi tierra. Yo me sigo quedando con el silencio de Vallehermoso, el sabor de la isla de Tenerife, el olor de Los Sauces en La Palma, el tacto de nuestra artesanía y la vista inmensa del Valle de Ucanca.

Somos muy afortunados de estar aquí, ahora, en este momento. Por eso, es bueno tratar de aplicarnos ese "movimiento slow" (vivir todo de forma pausada y despacio) y poder disfrutar de lo que tenemos a nuestro alrededor con los cinco sentidos. Feliz domingo.

*Vicepresidente y consejero de Desarrollo Económico del Cabildo de Tenerife