Ya existe la Fundación Pedro Zerolo. Su objetivo es prolongar el trabajo, hermoso, desinteresado, republicano, del tinerfeño que nació en Caracas y que en el seno del Partido Socialista desarrolló una labor decisiva para hacer que los ciudadanos fuéramos más felices.

Desde sus puestos en la administración pública, como político elegido, desde su trabajo como abogado en ejercicio, desde su sitio en la sociedad, Pedro hizo que cada una de esas actividades tuviera el sentido cívico que le dio a la vida, como republicano y como ser humano dotado de algunas bendiciones civiles que ganó gracias a su educación y a su esfuerzo. Entre estas bendiciones, su verbo, apasionado y complejo, dedicado a defender causas que él consideró justas para otros y también para sí mismo.

Nació en una sociedad difícil, el franquismo; disfrutó del ejemplo de sus padres y de otros antepasados, que trabajaron contra el régimen. Su padre fue alcalde socialista de La Laguna y un gran pintor. Su madre era una mujer que dejó en su familia y en quienes la conocimos la huella de la elegancia y del saber estar en un mundo duro para las mujeres? y para los hombres.

Su devoción por el padre y la madre, acrecentada en el caso del padre, el pintor Pedro González, en los últimos años duros de la vida en enfermedad de ambos, es un recuerdo emocionante y ejemplar para muchos de los que los conocimos juntos y por separado. Los últimos años de Zerolo fueron también un espejo en el que hay que admirar la forma en que los seres humanos soportan el dolor como uno de los mandamientos inevitables de la vida. Su lección es para mi indeleble. Jamás lo olvido, como no olvido a sus padres y también la devoción con que lo trataron sus hermanos y su marido, Jesús Santos.

Ahora de todos los ejemplos que dejó Zerolo se habla sobre todo de su trabajo político a favor de la libertad de elección sexual, que condujo al presidente José Luis Rodríguez Zapatero a firmar la ley del matrimonio igualitaria. No fue esa la única lucha fructífera que libró. Libro, sobre todo, la lucha por la tolerancia civil hacia los humildes y a los perseguidos, a los que sufrieron una sociedad más difícil, en la que el poderoso manda sobre el débil y a éste se le persigue para causarle aún más dolor. Fue un hombre profundamente bueno; una persona radicalmente solidaria y respetuosa con las ideas ajenas, pero abrazando siempre el compromiso con las causas justas.

El día en que se firmó en Madrid el acta con la se constituyó la Fundación Pedro Zerolo fue el del 58 cumpleaños de Pedro. Él murió hace tres años, víctima de una enfermedad larga que él sobrevivió con una entereza formidable, digno heredero de la manera de afrontar el dolor que en distintos momentos afrontaron sus propios padres. Cuando Zapatero firmó su compromiso como miembro de esta fundación que prolonga el trabajo de Zerolo se produjo un hecho insólito en una notaría: los que estábamos allí aplaudimos como si estuviéramos escuchando a Pedro en un mitin, o como si Pedro estuviera allí. Al día siguiente (Zapatero tuvo que firmar un día antes, por razones de su agenda) se repitieron la emoción y la gratitud por el trabajo que hizo Pedro y por la iniciativa de juntar a sus amigos y compañeros en una entidad que ahora tiene el compromiso de hacer que la labor de Zerolo sea inolvidable.

Estuve el primero de esos días. No me puedo olvidar de la última vez que nos vimos. Le propuse entonces que escribiera, o dictara, un libro en el que explicara su pasión republicana, su modo de ver la vida desde esa óptica, el contenido de su lucha. No lo pudo hacer. Pero hizo tantas cosas en la vida, trabajó tanto, que esos 55 años que tenía cuando murió se multiplican en nuestro recuerdo como el resultado de una pasión inmortal por las causas justas.