Anoche soñé que los empleados de Correos se habían declarado en huelga y habían salido a las calles para interrumpir la circulación con sus coches, motos y carritos. Y que un portavoz avisaba a los medios de comunicación que no volverían a su empresa hasta que el Gobierno de Pedro Sánchez prohibiera los emails.

Mientras la gente debatía por qué la Policía Municipal no multaba a esos coches y motos aparcados en medio de las calles -como sí que suelen hacer con los desgraciados ciudadanos cuando se detienen un momento al lado de la acera- los empleados y dueños de videoclubs se apuntaron al movimiento de protesta, pidiendo la prohibición de las descargas de películas y las plataformas digitales.

Me empecé a revolver inquieto. Pero la pesadilla no había terminado. Cientos de ciudadanos acudieron a sumarse a la protesta. En el sueño pude ver que eran los trabajadores de los laboratorios de revelado fotográfico y de las fábricas de Kodak, Agfa y otros fabricantes se rollos de películas asesinados por la fotografía digital.

Las grandes avenidas ya estaban llenas pero seguía acudiendo más gente. Los trabajadores de las fabricas de fax, de disquetes de ordenador y de casetes de música se sumaron también a la bronca. Luego llegaron los dueños de editoriales y vendedores de enciclopedias y diccionarios, los trabajadores y empresarios de agencias de viajes, los relojeros, los telefonistas... La ciudad se había convertido, a esas alturas de mi sueño, en una masa vociferante que gritaba y protestaba.

Entonces el Gobierno se reunió de urgencia para tomar una decisión que dejara tranquilo a todo el mundo. No hay nada que no pueda conseguir un político sensible a los problemas de la gente.

A las pocas horas, el presidente Sánchez compareció ante todos los medios de comunicación para anunciar que España se iba a convertir en un ejemplo mundial. En las siguientes cuarenta y ocho horas, se prohibiría el uso de cualquier tecnología posterior a 1950. Volverían a abrir las fábricas de productos obsoletos -el teléfono fijo de baquelita, las cintas VHS, los vídeos...- que regresarían a un nuevo mercado. Todas las redes de fibra y cable del país serian arrancadas y se eliminaría con carácter inmediato la telefonía móvil. Las comunicaciones serían de nuevo a través del telégrafo, del fax y de las cartas con sello, como fueron toda la vida. Las televisiones volverían al blanco y negro, las fotos al papel de toda la vida, la música al tocadiscos y al walkman y la sociedad volvería a reencontrarse con un pasado en el que la vida era más lenta y sosegada.

Me desperté pensando en dónde habría puesto la vieja máquina de escribir de mi padre. Pero entonces me di cuenta de que todo había sido un sueño y que en la mesa del despacho tenía el ordenador, que es donde suelo escribir. Me di cuenta de que el mundo avanza y que salvo algún cataclismo, la historia no da marcha atrás. Me desperté. Que es lo que tienen que hacer muchos que siguen soñando.