La equidistancia nunca se hace valer ante situaciones ordinarias y normales, sino excepcionales y graves. Para ser más precisos, frente a situaciones que por su gravedad -siempre conculcación de derechos u opresión- se debe tomar partido, incluso como decía Gabriel Celaya, hasta mancharse. Justo aquí es cuando se alza bravo el equidistante, con un deje moral y una comprensión más justa, de ecuánime. Teniendo en cuenta que la equidistancia en todos los casos viene precedida de una situación de clara desigualdad y asimetría, pero también de fuerza, el equidistante necesita realizar una alteración previa, una argucia, homologar e igualar a los que son totalmente desiguales. Con esa artimaña ha logrado ocupar el justo término medio, tras diseñar con simplismo geométrico la simetría. Porque de otra forma no le sale la equidistancia. Sabiendo que actúa ante situaciones decantadas por desafueros, opresión, acoso y exclusión, es por ello que resulte tan penoso. El equidistante es inmune a la exclusión, él se preserva, pero la ajena la convalida. Mentalmente ha creado un nuevo escenario irreal: ahora son las dos partes las que se persiguen, excluyen, oprimen. ¡Cómo son!

La equidistancia es la forma más inmunda de tomar partido -objetivamente- por el estatus quo del fuerte, con su inhibición y mirar a otra parte alterando lo evidente, diseñando una ficción, abundando en lo injusto.

¿Hay equidistancia sin tactismo? Preguntaremos a Iceta. Un rival "tocado", por eso es una posición de ventaja, que ahora implicaría convalidación "participativa". Ante el terrorismo, tanto el PNV como la sociedad vasca se inhibieron, miraron a otro lado, se deshumanizaron. Fueron equidistantes de ETA y de los grupos perseguidos y acosados por ella. Este esquema quiebra ahora en Cataluña.

La simplicidad geométrica del equidistante tiene un componente psicológico. Se basa en la presunción de que esa posición comporta mayor racionalidad, madurez, sensatez y esparce sosiego: se revuelve contra la "crispación", que resulta que la crea quien se rebela. No lo soporta, ha necesitado inventar ese nuevo diagnóstico. El remedio resulta peor que la enfermedad, propala motivado el equidistante reforzando el acoso. Actúa como sabio por lo certero y compensado del término medio, pero no es sabiduría, pensamiento ni análisis, y menos aún coraje y dignidad, lo que demuestra.

La equidistancia siempre tiene un destino: la irrelevancia, nada en positivo. Es un actuar intransitivo: sacar voz sacerdotal. Ciudadanos defiende bravamente la libertad, la izquierda (ya de hegemonía ideológica populista, agotada la socialdemocracia) solo soporta la libertad soñando con reemplazarla con igualdad venezolana, cubana.