Resulta decepcionante que la dimensión de la hecatombe venezolana no haya conmocionado suficientemente a Europa. Una tragedia humanitaria de dimensiones bíblicas. Vimos columnas de familias caminando con los pertrechos que podían acarrear, que en escasas jornadas sumaban más de dos millones, escapando de su país. Sin que hubiera guerras que les empujaran a hacerlo, algo realmente escandaloso. Población que debe alcanzar el 7% del total y que hay que sumar a las riadas que vienen huyendo desde hace años. La población no huye esta vez a Europa sino a países vecinos que hasta hace poco disponían de menos renta que Venezuela.

Tampoco les cabe lo que a sirios y emigrantes de otros países llegados a Europa: elegir Alemania y desechar España. Parafraseando a Raymond Aron: eligen entre lo preferible y lo insufrible, sin tierra de promisión que los acoja. Sin esperanza de cambio radical de vida tras un horizonte luminoso. En Perú, Colombia, Ecuador y Brasil no hay la industria ni las prestaciones de Alemania, Holanda o Austria. Escribe una amiga colombiana que los venezolanos descubren el ganado vacuno (y bien alimentado). A la escasa carne infecta que queda se le echa vinagre y limón, y se traga, así lo explican por televisión.

Se ha recorrido un largo camino para descender al infierno. Chávez dio voz a la población de los ranchos, de siempre vivaqueando en los cerros, a la vez que les negaba todo futuro a base de saciar los apetitos instantáneos repartiendo televisores, sanidad cubana de superficie, domesticación con adoctrinamiento y otras dádivas, nada que pudiera considerarse inversión para el futuro, cimientos para proyectos de vida. Tampoco nada a la vista: industria, servicios, estadísticas.

Cuba alentó el chavismo y Chávez superó a Fidel y al Che: mientras que entre los dos donaron a la humanidad dos frases ridículas y tres consignas (tipo sindical) por toda teoría política, Chávez y sus palafreneros de Podemos lo abreviaron a un solo enunciado: Socialismo del siglo XXI. Se repetía y repetía, pero sin que existiera como conjunto de ideas o mero discurso. Otro fraude entre impostores de similar pelaje.

El único experimento político en Venezuela ha sido el golpe de estado institucional, sin tanques, manteniendo el decorado republicano, pero demoliendo todos sus engranajes para la proscripción real del pluralismo, democracia y derechos humanos. Con sangre, hambre y castigo indiscriminado a la población, de receta estalinista. Es la aportación venezolana a la historia política hispanoamericana, con destacada contribución española: activa (Podemos y Zapatero) y avalista (el doctor Sánchez).