Los bancos no me caen especialmente simpáticos. Su papel es dejarnos un paraguas cuando hace sol y arrebatárnoslo cuando llueve. Cuando llegó la crisis, nos apretaron el cogote hasta que nos pusimos azules. O sea, que no es que sean angelitos del señor.

Pero los bancos no son sus consejos de administración, con sus dietas y sueldazos. Los bancos son, esencialmente, los depósitos de millones de ciudadanos. Y eso es muy importante tenerlo claro cuando algún tolete dice que lo mejor que se puede hacer cuando un banco está en crisis es dejarlo caer. Porque, eso, a pesar de los fondos de garantía, sería la ruina para muchos ahorradores.

La izquierda verdadera anda ahora dándole vueltas a la posibilidad de cascarle a la banca un mínimo del 20% en el impuesto sociedades. Soy de los que piensan que todo lo que le suban a los bancos lo acabaremos pagando los impositores. ¿A ellos les aprietan las tuercas? Pues a nosotros nos suben las comisiones. ¿Que se las vuelven a apretar? Nos vuelven a subir lo que pagamos por hacer un traspaso o por cualquier gestión. Me temo que subirles los impuestos solo es una manera de subirnos los costos a todos los ciudadanos.

Pero lo que de verdad me revienta es la razón que se ha dado para poner ese impuesto: que la banca devuelva parte de las ayudas a "fondo" perdido que se gastó el Gobierno en rescatarla. Hay que tener el rostro más duro que el hormigón pretensado. ¿De qué banca están hablando? ¿A qué banca hubo que rescatar con 122.000 millones de euros? Pues a la de ellos, señoras y señores. A la de ellos. A la de los partidos políticos, de derechas y de izquierdas. A la de las patronales y los sindicatos. A las cajas de ahorros en cuyos consejos pusieron el trasero dirigentes políticos, empresarios afines y sindicalistas prestigiosos. Las cajas que sirvieron para hacer florecientes negocios a según y quien. Las cajas que se lanzaron de cabeza al ladrillo y quebraron cuando la crisis las cogió en calzoncillos.

La banca española -la privada- no solo no fue rescatada, sino que se tuvo que comer el agujero de las cajas de ahorros y crear ese "banco malo" llamado Sareb con los restos del naufragio. Es verdad que se las comieron con una sonrisa. Porque al final se han quedado solos una media docena de gigantes que se están repartiendo el mercado español y masticando plácidamente el futuro.

O sea, que no cuenten milongas. Que el rescate fue para la "banca pública". Esas Cajas de Ahorros que cayeron en manos de partidos, patronales y sindicatos para que las arruinaran entre mariscadas, dietas y amiguismo. Como todo en lo que ponen la zarpa los que están acostumbrados a disparar con pólvora ajena. Que pongan un impuesto, pero que no mientan. Aunque en la política española sea una vieja costumbre tan difícil de erradicar.