Es una carrera contra el reloj político. Todo el país parece estar terminando a toda prisa las tareas pendientes con la sospecha de que las elecciones van a llegar antes de lo que se espera. Para los canarios, el reto es poder tramitar cuando antes el nuevo Estatuto de Autonomía y la aprobación definitiva de la nueva Ley del Régimen Económico y Fiscal, para que la disolución de las Cortes no nos deje -otra vez- con el trasero al aire y la cama sin hacer.

Esa es la razón, por ejemplo, para que el PP y Nueva Canarias se hayan descolgado de la enmienda que proponía el PSOE para arreglar la chapuza de la reforma electoral en las Islas y determinar de forma clara de qué manera se elegirán los nueve diputados regionales que quieren sumar al Parlamento canario. De producirse esa enmienda, el texto del Estatuto tendría que volver al Congreso para marear la perdiz de una nueva votación. Los partidos piensan, con bastante razón, que ese es un retraso peligroso.

La próxima semana se producirá el debate y aprobación del proyecto de Estatuto en la Cámara regional canaria, donde tiene que volver de acuerdo con la ley al haber sufrido modificaciones sustanciales el texto que se remitió a Madrid. Es seguro que se ratificará sin ningún tipo de problema. Pero eso no da ninguna garantía de que el trámite de aprobación llegue a tiempo de sortear la convocatoria de elecciones. Depende de cuánto soporte Pedro Sánchez el acelerado desgaste que está sufriendo en Moncloa. Porque pese a su pretensión de aguantar a toda costa, los escándalos mediáticos de sus ministros, ministras y ministres y el agravamiento de la situación en Cataluña le pueden llevar a adelantar las elecciones. Puede fijarlas para mayo del año próximo o incluso con las autonómicas andaluzas. Por eso en Canarias quieren apretar el acelerador.

La cuestión es que, entonces, la determinación de cómo se eligen los nueve diputados tendrá que hacerlas el Parlamento canario. Y habrá que ver el guirigay. El PSOE parece partidario de una papeleta y una urna regional; como Dios manda. Pero eso provoca una aguda colitis política en algunos partidos. Porque los líderes de esas fuerzas no quieren de ninguna de las maneras "exponerse" al frío voto de todos los canarios y prefieren ir calentitos bajo el paraguas de las listas insulares. O sea, que entre los propios apóstoles de una sola Canarias bajo el mismo mar existe una comprensible diarrea ante el grado de exposición que supondría someterse a la votación directa de todos los ciudadanos en todas las islas, sin trampas ni cartones insulares.

Ese debate, que probablemente no se entiende en la calle, va a ser extremadamente divertido. Porque se va a evidenciar que ni es oro todo lo que reluce ni los que defendían la necesidad de hacer una única circunscripción canaria están dispuestos a poner su linda cara en la papeleta, no vaya a ser que se la partan. Que la gente es muy ruin.