Quizás demasiados de nosotros tenemos equivocados los principales asuntos a los que debiéramos prestar atención en la vida. Nuestra escala de valores está manejada y orquestada desde que somos unos niños por todo un entramado de normas que nos dictan qué debemos ser en nuestra existencia, o qué debemos tener, pero la gran retahíla de asuntos no son, mayoritariamente, lo realmente trascendental en la vida. En el colegio no se premian los valores de los niños, el que destaca no es el que más aprende, sino el que más memoria tiene. Un alumno solidario, que ayude a los demás, pasa absolutamente inadvertido, y quien llama la atención, sigue siendo el cruel en la clase. Y está mal. Hay un spot publicitario de un seguro médico en televisión que se emite repetidamente. En él se muestra cómo, día a día, nos volvemos locos por hacer un infinito número de cosas que cuando nos sobreviene una enfermedad nos damos cuenta que son cosas de segunda, y que dejamos de lado cada día.

Nuestro inconsciente nos hace dejar de lado el tiempo que podemos pasar con quien queremos, para dedicarlo a hacer esas mil cosas a las que John Lennon se refería cuando definía la vida como: "el tiempo que pasa mientras estamos pensando en hacer otra cosa". Y vivimos en un consumismo tal, que gran parte de nuestra vida la dedicamos a tratar de conseguir cosas que no nos hacen falta, para impresionar a gente que no conocemos. Así de estúpida es, a veces, la vida que vivimos, y nosotros mismos. Quizás merezca la pena echarle una pensada, un gran vistazo que nos permita analizar qué es lo que debemos apreciar en la vida más allá de lo que esta siniestra sociedad nos inculque. Y, sobre todo, antes de que sea demasiado tarde.

@JC_Alberto