A estas alturas, nadie pone en duda que uno de los pilares de la economía es la confianza, tanto de inversores como de la propia sociedad. Cuando esta se pierde, se instala la incertidumbre y con ella los indicadores empiezan a mandar sus señales.

Hablamos, por ejemplo, de los datos del Producto Interior Bruto, comercio y exportaciones, por no hablar de las cifras del paro y la destrucción de empleo o la caída del comercio minorista, que advierten de una desaceleración económica frente al crecimiento que había experimentado España en los últimos años.

Pese a que la ministra de Economía, Nadia Calviño, asegura que nuestra economía se mantiene robusta, lo cierto es que las medidas anunciadas por el Gobierno de Pedro Sánchez no han ayudado mucho a crear un escenario favorable para esa confianza.

El plan de nuestro primer presidente que no ganó las elecciones para poder gastar más pasa por subir los impuestos: gravar más el diesel, endurecer el Impuesto sobre Sociedades, aumentar el IRPF, o nuevas tasas a la banca y al sector tecnológico. Llámese incertidumbre para todos.

Debería recordar que la mayor subida fiscal de la historia de nuestro país la realizó su compañero de partido José Luis Rodríguez Zapatero, y creo que las consecuencias las recordamos todos: España al borde de la quiebra, más de cinco millones de personas en paro y con una deuda pública y un déficit presupuestario vertiginoso.

Si no quiere recordar basta con que mire a nuestro país vecino y fiel reflejo de lo que ocurre cuando los populismos asaltan el poder. Italia ha propuesto aumentar su gasto público, lo que supone no un mayor crecimiento sino un aumento de su endeudamiento, que ya es superior al 132 por ciento de su Producto Interior Bruto.

En España hablamos de 6.000 millones de euros que Pedro Sánchez necesita para los próximos presupuestos y que servirán para pagar deudas contraídas con quienes lo apoyaron en la moción de censura. Estas concesiones económicas a Podemos y a independentistas no son nada halagüeñas y tampoco son el camino para mantener el buen rumbo alcanzado en los últimos años.

Señor Sánchez, es elemental: una sociedad que penaliza el ahorro e incentiva la deuda está encaminada al fracaso. Rectifique y continúe con las recetas económicas que le dejó su antecesor.

Quizá en Canarias no hemos notado estos síntomas de desaceleración de forma tan brusca por la llegada de turistas. Pero cuidado porque los datos del sector nos recuerdan que en julio se registró una caída del 4,9 por ciento, la mayor desde 2010. Si el turismo peninsular se resiente, nuestra economía también lo notaría.

Con estos indicadores ya son muchos los expertos que confirman la desaceleración a la par que le exigen al Gobierno del PSOE reformas y sensatez, en vez de bandazos e incertidumbres. El Fondo Monetario Internacional también ha revisado a la baja la previsión de crecimiento para nuestro país y pide un paquete de medidas creíbles.

Ahora no toca ceder a los chantajes sino poner por delante a nuestro país y a los españoles, por encima de cualquier partido y de cualquier ideología. Necesitamos que Pedro Sánchez priorice y adopte una actitud responsable para no poner en riesgo la recuperación económica que había conseguido quien sí ganó las elecciones.

Las reformas que necesitamos para las pensiones, por ejemplo, deben ser consensuadas, pero sobre todo debe haber un estudio detrás para saber de dónde sacamos los recursos. Somos conscientes de que tenemos un problema demográfico -debido a la baja natalidad y al envejecimiento de la población- y que la inmigración puede ser parte de la solución. Pero también ahí tiene que haber planificación.

Hoy más que nunca es necesario un gran pacto para seguir reformando este país y dedicar el dinero a lo importante, sin perder de vista la conciliación laboral y familiar. No solo para cuidar mejor de nuestros hijos sino porque deberemos cuidar también a esa sociedad que envejece y a la que tanto le debemos.

*Vicepresidenta segunda del Parlamento de Canarias