Pero la felicidad nunca es completa, ya lo decía aquel delgaducho cantautor italiano, Nícola di Bari, en su canción: "La felicidad es un átomo, un instante, puedes ser inmensamente feliz, pero pasado, se nublarán tus ojos y el pesar te dominará".

Eso es lo que nos ocurre al llegar a estas edades a aquellos que nos conocemos desde muy jóvenes, como al bueno de Vicente Baroja Rieus, cariñosamente conocido como Tito Baroja, que nos dejó la pasada semana víctima de esa plaga universal que es hoy el cáncer. Era una persona entrañable, un luchador incansable del movimiento defensor de los derechos históricos canarios, los puertos francos, que defendimos con uñas y dientes un extenso grupo de pequeños y medianos empresarios. Al final, solapadamente, Felipe González Márquez nos metió en la Comunidad Económica Europea, desoyendo las directrices de nuestra Carta Magna, y echando por tierra el Régimen Económico y Fiscal de Canarias, nuestro REF, que sigue coleando y es un cuento de nunca acabar. Colaboraron en aquel desaguisado la Cámara de Comercio Industria y Navegación, la CEOE y los medios de comunicación.

La semana pasada, un grupo de amigos nos reunimos en el restaurante chino de la avenida de Anaga, en el que sigue al pie del cañón el profesor Juan Lu. Allí me encontré con Alberto Erice, Eduardo Pintado, Miguel Ángel Escudeiro, Arturo Cabrera, más los asesores Padilla y Hardisson, y contamos y comentamos la infinidad de anécdotas y vicisitudes de aquella época, donde lo primero y principal fue crear las asociaciones en defensa de nuestra causa. La primera que se creó e inscribió en el Registro don Jacinto Lorenzo fue Ateco. Posteriormente se instituyó la de Bazares, con Manolo Betancort a la cabeza, y más tarde se refundó con Pepe Íes. Alberto Erice, con solo 25 años, formalizó la de muebles, a partir de ahí se crearon otros sectores: la de Tejidos, Adican (Distribuidores e Importadores), detallistas de alimentación? Con aquella organización se formalizó Fedeco, posteriormente Cetepime, y por último la unión en la Confederación, con la que metimos miedo a nuestros oponentes porque llegamos a sumar más de seis mil empresas.

Recordando los miles de peripecias que pasamos, nos echamos unas buenas risas con aquellos indescifrables tochos de la tarifa especial, en la que había una protección encubierta y directa solo para unos cuantos empresarios, como, por ejemplo, el famoso importador de las postales, el de las tachuelas, el de la soga, o a mi amigo Mejías con su fábrica de pastas para sopa. Han pasado muchos años y no vale la pena nombrar más santos, pero sí recuerdo aquel debate al que nos invitaron por error a Alberto Erice y a mí, en el que al llegar se hizo un silencio sepulcral, pues ya tenían asignado a dedo al siguiente beneficiado. Tuvimos también muchos desencuentros con la Cámara de Comercio, y en las elecciones les dimos un vapuleo de órdago y prácticamente cubrimos el comité ejecutivo. Ahora en la distancia nos hemos dado cuenta de que, en esta tierra, si eres empresario, es preferible no participar en política. No llegó la sangre al río y todos quedamos como amigos.

Más de 500 asistentes celebramos en el Hotel Mencey un bonito homenaje a los pioneros de aquel gran movimiento empresarial, y muchos se emocionaron, el de Calzados Bruno, don Jacinto Lorenzo, don Juan José Ruiz Cedrés, Camacho, de Muebles Nury de Granadilla? Un acto entrañable del que lamentablemente ya quedan muy pocas personas, empresarios que marcaron toda una época, pero sobre todo amigos verdaderos: Pepe Íes, Eduardo García, Gámez, Santiago Suárez, Carmelo Tosco, Joaquín Córdoba, Pedro Duque, Juan José Ruiz, ahora Tito, y tantos otros que además de amigos fueron excelentes compañeros. Quedan muchos en la lista, así que pido perdón por no nombrarlos.

Los que quedamos, afortunadamente y a pesar de los achaques, estamos todos jubilados, pero habría que agradecer a todos aquellos que continuaron con la lucha y mantuvieron aquel movimiento empresarial el gran favor que supuso el trabajo y la entrega desinteresada para que nuestra tierra fuera defendida, algunas anónimas que merecen un reconocimiento.

Una comida cordial que debo agradecer a Alberto Erice, nuestro baluarte en economía. Quedaron muchos cartuchos en la recámara, pero cuando quieras, amigo, como decía Pancho Ayala: "Damos más caña".

aguayotenerife@gmail.com