Hace solo unos pocos días publicamos algo sobre el extraño impulso que nos llamaría a vislumbrar el movimiento del turismo como una solución para la salida del subdesarrollo de las Islas Canarias, algo realmente que hoy, ante la evidencia de la realidad, nos coloca en la mente una sensación indefinida como si en aquellos lejanos tiempos algún hado de otros mundos nos hubiese iluminado haciéndonos ver lo que hoy es una asombrosa realidad, en todos los conceptos que se le quiera mirar.

Hoy, el turismo es -sin la más mínima duda- el motor que está moviendo al mundo en todos los sentidos.

No se trata de catalogar, desde el punto de vista de la riqueza económica, el famoso eslogan que la Organización Mundial del Turismo (OMT) publicó allá por el año 2003: "El turismo es riqueza para la persona, para la familia, para la comunidad, para el mundo entero". No, no se trata de ver la riqueza bajo el punto de vista económico, hay que verla y analizarla desde todos los conceptos posibles. Desde la cultura, hasta el entendimiento social, la comprensión, la erradicación de la maldad, etc., y fundamentalmente desde su valor para la consecución de la paz.

La labor de esa OMT, en todos estos pasados años, así como de su antecesora, famosa también, UIOOT, no tiene precio. No hay adjetivos para calificarla como la única verdad válida para conseguir la paz mundial. La difusión del valor del movimiento turístico en el mundo ha pasado de ser una actividad económica a convertirse en el instrumento fundamental para el desarrollo ideal del planeta Tierra.

El turismo lo abarca todo. ¿Qué sería del mundo sin el movimiento del turismo? Solo el pensarlo nos debe dar escalofríos?

La productividad, en todos los sentidos, está hoy afortunadamente relacionada al 100 x 100 con el movimiento de las personas. Eso que llamamos turismo y que se ha convertido ya -como decimos- en el motor que mueve empresas, capitales, entes sociales, etc. Vivir de espaldas a esta realidad es suicida, como diría el sabio hombre del turismo Oskar A. Dignoes, en el año 1978, en una de sus brillantes intervenciones públicas, propagada por el mundo entero.

Berneker, Haulot, Barissel, o Prikril -nuestros inspiradores- eran hombres sociólogos visionarios que "sabían" cuáles iban a ser los resultados del llamado fenómeno turístico a nivel mundial.

Los que vislumbraron el Cancún, o Dubai, de nuestros días eran sin duda esos "hombres de esperanza" que la UIOOT señalaba ya en los años cincuenta del pasado siglo. Eran los luchadores que crearían escuelas y núcleos de enseñanza para anunciar y canalizar en el mundo lo que ese movimiento turístico que comentamos iba a suponer para toda la humanidad.

Repasábamos en estos días lo ocurrido en la Cuba constreñida del régimen comunista, y estudiábamos la actitud que sus dirigentes políticos nos mostraran allá por el año 2005, encontrándonos con una realidad que nos ofrecía entonces una situación que la recepción turística del país -dos millones de turistas al año- ha aumentado más del doble en el pasado 2017. ¿Qué ha pasado? Sencillamente que la toma de conciencia de sus dirigentes nacionales ha sabido interpretar el imponente beneficio que el desarrollo del turismo en la caribeña isla les iba a suponer económica, social y políticamente.

Cientos de miles de cubanos han adquirido sus conocimientos sobre la profesionalidad y la utilidad del movimiento del turismo, impartido por toda Cuba con Formatur, empresa del Gobierno encargada de la educación turística, que no es precisamente un refugio de incompetentes, ni de frustrados políticos, según comprobamos personalmente, en esos pasados años. Una preparación de las mejores del mundo, como acreditan sus múltiples hoy empresas turísticas, de lo que tenemos -y hemos vivido también personalmente- algunas buenas experiencias profesionales, que nos hemos recreado en poder publicar más de una vez.

Con esta situación al frente, sin nada que le pueda superar -ni siquiera comparar- al valor del desarrollo del turismo, parece increíble que en todos los países del mundo no se le dé una prioridad absoluta al movimiento turístico, desde cuyos cimientos deben partir las estructuras socioeconómicas de las naciones. No hacerlo no es solo una muestra de la mayor ignorancia, incapacidad y desconocimiento, sino una irresponsabilidad política que, por la afectación que tiene sobre la sociedad y sus habitantes, debería de pagar un altísimo precio.

Es incompresible e imperdonable en cualquier político el desconocimiento de esta realidad que está transformando el mundo para bien de la humanidad, como hemos señalado en este mismo artículo.

Los dirigentes mundiales, en todos sus estamentos, tienen que tener los conocimientos necesarios del valor del turismo, esta realidad que nos lleva hacia el equilibrio de la calidad de vida de todos los habitantes del planeta, como meta de la consecución del entendimiento, la comprensión y la paz entre todos los hombres y mujeres del mundo, sin distinciones de credos, razas ni religiones, unidos todos por el ideal de servicio.

*Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo (UNWTO)