¿Cuántas veces has oído eso de "la gente no cambia"? Y entonces a mí me sale la pregunta, ¿eres la misma persona que hace cinco años, o que hace diez? Tu respuesta es negativa, ¿verdad? Lo cierto es que las experiencias y las consecuencias de ellas hacen que vayas transformándote, a veces te darás cuenta, otras no tanto. Pensamos que somos lo que somos y que actuaremos de cierta manera porque "somos así". Oírlo suena como algo inamovible, fijo y rígido. Pero? ¡qué equivocados estamos!

Partamos de conceptualizar quiénes somos y cómo funcionamos. Nuestra forma de ser se rige principalmente por nuestra personalidad. La personalidad viene determinada, en parte, por la herencia, pero también es verdad que, fundamentalmente, es el resultado de las interacciones con el ambiente y contexto que nos rodea, las personas, las situaciones, los lugares, los sucesos, el trabajo y la cultura, forman parte de ello; la personalidad es, pues, el resultado de cierta carga genética más esas miles de vivencias, experiencias, aprendizajes y comportamientos a lo largo de nuestra vida. Está muy marcada sobre todo en los primeros años de vida, donde lamentablemente pocos recuerdos tenemos, pero es donde más permeables somos; aunque también de toda la existencia. Con lo cual, el cómo pensamos y cómo nos comportamos dependerá de lo que hayamos ido viviendo, de nuestro propio concepto y de nuestro carácter.

Se pensaba que la carga genética hacía que la personalidad fuese inamovible, pero ya se sabe que no es así. Cierto, un bebe no nace siendo avaro, se hace. Un bebe no nace siendo gandul, se hace. Por lo tanto, ¿no te hace pensar? ¿No te planteas mientras lees que quizás puedes cambiar aquello que siempre has querido? Pero ¿a que sobre la marcha te viene a la cabeza, la palabra imposible, o aparece cierta incredulidad o una resistencia? No te preocupes, es normal.

Cambiar cuesta, y nadie dijo que fuese fácil. Es por eso por lo que las personas o nos resistimos, o abandonamos, o simplemente ni lo intentamos, permaneciendo en nuestra zona de confort, aunque esté llena de "pinchos".

Para cambiar, primero de todo, hay que conocerse bien, saber cómo se es, sin engaños ni falsos egos. Partiendo de la humildad y analizando nuestro comportamiento y nuestras actitudes, observaremos nuestras respuestas, ver qué nos hace saltar, observar qué nos bloquea, qué nos gustaría hacer, cómo nos gustaría sentirnos en ciertas situaciones. Somos un mundo, y observarnos es curioso, nos podemos llevar alguna sorpresa. También es importante escuchar a quien bien nos quiere, qué comentarios hacen sobre nosotros, ¿hay quejas? ¿Nos piden que cambiemos algo? ¿Hay algo de nosotros que podemos mejorar para estar mejor con nuestro entorno? Además, si nos lo están pidiendo, ¿no será que quizás tengan razón?

Aquí es cuando suele aparecer la típica frase del "yo soy así", que lejos de reafirmar, lo único que hace es ponerse en una actitud defensiva y encadenante a una situación que es tóxica para la persona o relación.

El gran problema del cambio, siendo consciente de él, son "las ganas". Tengo que cambiar implica obligación, es un peso o losa que nos cae encima y es como ver la lista de propósitos que nunca se cumplen. No queremos más peso, justo lo que queremos es aligerar la carga. Las ganas parten del deseo, de imaginarnos siendo o actuando de la manera elegida, y sentir esa satisfacción, desde esas ganas sí podremos comenzar.

Como vamos viendo, cambiar da mucha pereza, pocas ganas y mucha incredulidad. ¿Entonces? ¿Cómo vamos a hacerlo? Te cuento un secreto, si te propones 21 días seguidos realizando el cambio en tu conducta, éste se convertirá en nueva conducta de forma automática. Para poder cambiar hay que centrarse en nuestra actitud mental y en nuestros actos. Actuar y aplicar el ejercicio de cambio de conducta durante tres semanas hará que te lleves una gran sorpresa. Prueba y verás.

Para concretar, resumiremos diciendo que cambiar se puede. ¿Que va a costar? Sí, va a costar, nadie ha dicho que sea fácil. Pero si te das cuenta, ya estas cambiando, día a día, con tu forma de pensar y en el cómo te enfrentas al mundo. Las experiencias harán que vayas modificando actitudes y respuestas siempre, por supuesto, condicionado a cómo las interpretas y las consecuencias que generan cada una de ellas. Por lo tanto, si ya estamos cambiando, ¿por qué no hacerlo hacia una mejor versión de uno mismo? Conocernos y ver qué cosas nos gustaría cambiar es muy importante. El cómo hacerlo puede ser sencillo, y si no lo es toca pedir ayuda, consejos o buscar información, ya que es lo más normal. El cambio hay que hacerlo ya, desde el momento en el que eres consciente. Se empieza a cambiar desde la actitud mental, visualizándote haciendo la conducta elegida, hasta que empiece a surgir. No se empieza a cambiar desde el lunes, el cambio parte de ti, de tu forma de ser y, eso, es ahora. Si te cuesta, no te machaques cuando no lo consigas, simplemente no sale siempre, lo importante es ver qué hizo que en esa situación no lo consiguieses para seguir conociéndote más y poder saber cómo enfrentarte y tener herramientas para sortear la respuesta que queremos modificar. Verás como poco a poco, con constancia y motivación, viendo los logros conseguidos y minimizando los que no, un día te darás cuenta de que ya no haces o actúas de una manera que, tiempo atrás, era parte de tu forma habitual de conducta. Sonreirás y dirás, he cambiado.

*Psicóloga y terapeuta

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