Entre tanta confusión y batiburrillo es bueno escuchar de vez en cuando una voz racional. Una voz sensata y ponderada que venga a poner las cosas en su sitio. Resulta que las inversiones en la Zona Especial Canaria están desequilibradas. O sea, que hay más empresas que han invertido en Tenerife que en Gran Canaria. O sea, una jodienda.

El asunto no es que tenga una trascendencia extraordinaria, porque la ZEC es lo que es, o sea, poca cosa, pero no deja de ser preocupante para una isla cuyo puerto, por ejemplo, es cinco veces mayor que el de Tenerife y mueve diez veces más inversiones. Eso no ha ocurrido por despreocuparse de las cosas, sino por estar al loro.

Antonio Morales, el presidente de Gran Canaria, maneja las estadísticas como una escopeta. Acuérdense de que su isla depuraba "el cien por cien" de las aguas negras que se echan a la mar salada. Ahora ha soltado otro tiro: el sesenta por ciento de los altos cargos de Canarias son de Tenerife. Eso explica, naturalmente, lo de la ZEC. Y los demás sangrantes desequilibrios en contra de su isla.

Resulta de lo más intrigante saber cómo demonios ha conseguido Morales las partidas de nacimiento de todos los funcionarios, altos cargos y jefes de servicio de la Comunidad Autónoma. Pero en todo caso, es lo de menos. Si lo dice será porque es cierto. Y esto plantea una gravísima situación que el Parlamento de Canarias está tardando en debatir. He ahí la causa de todos los males de esta tierra. No sé cómo a estas alturas el partido de Antonio Morales, Nueva Canarias, no ha planteado en la Cámara regional un debate para tirar de la manta y destapar la carga genética tinerfeñista en la Administración regional. Si de los sesenta mil funcionarios que hay en Canarias existe una mayoría de nacidos en esta isla, se está planteando un desequilibrio de cuna y un agravio al que hay que dar una respuesta urgente.

Para acceder a la función publica habrá que someterse a un análisis de ADN para determinar los ascendientes genéticos. Porque hay que cuidarse mucho de los que dicen haber nacido en Güímar pero han tenido un abuelo de Gáldar. O viceversa. Las partidas de nacimiento no son un documento creíble en estos tiempos en que tanto máster ha demostrado ser papel mojado.

Que se vayan poniendo en cola, por favor, todos los altos cargos. Y a pasar por la aguja para la prueba del ADN. A los de Las Palmas se les puede coser en la solapa de la chaqueta un punto amarillo y a los de Tenerife uno azul. Y ya estarán identificados. Luego sólo se tratará de elegir de aquí y de allá con exquisito equilibrio. A los altos cargos nacidos en otras islas o a los de fuera de Canarias, a la puta calle. Será el inevitable precio del equilibrio basado en la eugenesia. La moderna doctrina del Cabildo de Gran Canaria.