Amén de ser un bolero de Los Panchos, compuesto por el gran José Alfredo Jiménez una noche de lamento en Nueva York, me gustaría aplicar este término que titula el escrito a determinadas personas. Gente que pulula a nuestro lado fingiendo ser leales y portadores de un código ético, con el único propósito de sacar algo de ti. Son mentirosos y quien miente una vez, mentirá siempre. Artífices de la estafa, van presumiendo de chachones y de ser como una especie de hermanos tuyos. A mí me han trancado, como a tantos otros, porque entiendo que de entrada todo el mundo es bueno. Ingenuo de mí. Pero no hay nada tan triste como perder toda confianza en quien, con mil falacias, ya al descubierto en su mayor parte, se comprometió contigo de buena gana y con mejores propósitos, únicamente para ganar dinero, relaciones o quizás popularidad, aprovechándose de la poca que uno tiene. Son gentuza que, cuando queda desenmascarada y se topa contra un muro que ya no puede saltar, queda en evidencia ante todo su entorno y el entorno siguiente. Y no hablo de relaciones amorosas, hablo de piratas. Tipejos que son capaces de sonreír mientras te clavan un puñal por la espalda.

Curiosamente, cuando han estafado a media isla, la otra media ya lo sabe. Y es que este pueblo chico, como todos, es un infierno grande. Son mentirosos y tienden siempre a mermar tu credibilidad una vez que los has desahuciado de tu vida. Pero es un gustazo tremendo saber que a estos enfermos mentales de poca monta, horteras e hijos de Curro Jiménez, ya los conoce hasta el más pequeño empresario de la Isla. Estos timadores han hecho alzamiento de bienes, cobran en negro lo que pueden, y mil triquiñuelas más, porque no pueden hacer otra cosa tras defraudar a Hacienda y hasta a la Seguridad Social. Y son malos perros porque te hacen desconfiado. Yo ya aprendí a no hacer el panoli, y espero que tengan que estar toda su puñetera vida escondiéndose del sistema que acabará pillándolos. Y es, sencillamente, porque son eso: basura.

@JC_Alberto