Trece álbumes memorables que resumen siete décadas de éxitos; trece películas en las que fue actor principal o episódico; innumerables galas y programas de televisión en todo el mundo y el reconocimiento unánime de los públicos más variados y los críticos más exigentes.

Descubierto en su adolescencia por el presentador chileno Raúl Matas (que luego trabajó con gran éxito en España) grabó tonadas con su hermano Arturo mientras estudiaba para técnico dental. En la década de los 50 participó de lleno en la revolución que impuso el bolero sobre el tango y que cambió para siempre los gustos musicales de sus compatriotas; pasó de ser vocalista de conjuntos y grandes orquestas a convertirse en estrella central de espectáculos y giras internacionales por las Américas y Europa.

Además, Lucho Gatica (1928-2018) tiene su estatua en el teatro Regional de su natal Rancagua y una estrella en el paseo de la Fama de Hollywood; gozó de la confianza de los grandes compositores -Ernesto Lecuona, Frank Domínguez, Agustín Lara, Consuelo Velázquez, Chico Novarro, Roberto Cantoral, Consuelo Velázquez, Bony Villaseñor, entre otros- y recibió encendidos elogios de colegas de todas las latitudes: Frank Sinatra, Domenico Modugno, Charles Aznavour, Olga Guillot, Juan Gabriel, Celia Cruz, Lorenzo González, Julio Iglesias y Joan Manuel Serrat, que declaró que "su forma de cantar ha sido realmente diferente, es reconocible a todas luces, es imposible confundirle con otro".

Selecto en sus gustos, Serrat destacó la virtud cardinal del chileno, que jugó con talento y sensibilidad en el trato de la melodía y en la astuta pérdida y aceleración de los compases. "Por encima de todo fue un intérprete, un artista singular que dejó una manera de hacer que es única; nadie cantó ni cantará como Gatica. Hizo los temas a su estilo, de una forma distinta y la gente le reconoció plenamente".

En los viejos vinilos, con el leve zumbido que da humanidad a las grabaciones, escucho su voz cálida y extensa, su fraseo -"de humo" decía Raúl Matas- y la exquisita utilización de las facultades propias que acredita la inteligencia en el artista y el ciudadano de a pie.