No lo elegí, pero me tocó. Y desde entonces cada mañana me levanto intentando pelear con mi monstruo, ganar día a día mi batalla. Es enorme, duro como el acero e infinito en el tiempo. Nunca decaerá para lograr atraparme en un despiste. Sin embargo, no es invencible. Tiene paciencia y espera la más mínima debilidad para apresarme. No le puedes dar comba, no le puedes dar nada. Por mucha ayuda que te quieran brindar y que te pueda servir para sopesar la contienda, estás solo, solo de verdad. Eres tú contra él. Es una guerra al cien por cien, en la que si das el noventa y nueve no tienes opción a ganar, a vivir. No lo elegí, pero me tocó. Y tras preguntarme mil veces qué he hecho yo para merecer esto, me di cuenta de que esa cuestión únicamente paraliza, no te deja avanzar. Yo no había hecho nada. La vida es un misterio y está llena de matices: me tocó. La clave fue qué hacer entonces, cómo seguir adelante con el mismísimo diablo agarrado a la chepa.

Hay un tiempo para asumirlo, hay un tiempo para dejar a un lado los entornos malditos, hay un tiempo para pelear y hay un tiempo para asumir: un asumir que nada tiene que ver con resignarse. La clave es la cabeza: tenerla preparada con las armas suficientes para cuando aparezca la bestia poder plantarle cara y saber mirarla de frente, a los ojos: con los dientes apretados. No lo elegí, pero me tocó, y nadie dijo que fuera fácil. El secreto es encontrar un maestro lo suficientemente preparado para que te guíe en tu soledad. Es una guerra de circo romano, donde todos los que no saben nada de nada opinan dando la impresión de saber cómo vencer a un demonio que jamás han podido ni soñar. Estás solo, tienes que luchar solo, nadie se curará por ti: es tu vida, es tu lucha, es tu amargura. Pero qué bien se siente uno cuando le pasa la pierna por encima. No lo elegí, pero me tocó esta pandemia, como a otros, como a tantos que la niegan. Luego quedan mil matices, las mil mentiras y las mil verdades que utiliza el miserable para perjudicarte. Pero toda la basura ajena se diluye en un mundo cada vez más relativo en el que te acabas pasando a los desgraciados, mientras esbozas una sonrisa, por el arco del triunfo. Y qué gusto da.

@JC_Alberto