En el mundo de la comunicación hay también ''cisnes negros''. Eventos impredecibles que se convierten en un fenómeno intratable, imparable e incontrolable. La pasada semana vivimos el nacimiento de uno de ellos con la entrada en la política española, por la puerta de Andalucía, de un partido de ultraderecha conocido como Vox.

Siguiendo meticulosamente la guía del ''trumpismo'', el líder de ese partido habla sin complejos, se enfrenta en directo a los periodistas, les acusa de manipular, desprecia al resto de partidos políticos por su evidente incapacidad para arreglar nada que no sean sus propios asuntos... Es el antipolítico de moda. Ha nacido una estrella. Como ocurrió con Pablo Iglesias, el nuevo actor político llamado Santiago Abascal -con menos mimbres intelectuales y sin coleta- atrae la atención de los medios de comunicación con las mismas técnicas que las plantas carnívoras seducen de forma inevitable y mortal a los insectos. Vamos a tener Vox hasta en la sopa. Y Abascal va a disfrutar de la mayor campaña de publicidad de cualquier partido podría soñar.

Algunos políticos piensan que el nacimiento de la ultraderecha es consecuencia inevitable del auge de la extrema izquierda. Yo creo que es la respuesta electoral al sentimiento de que España está en un serio peligro. Aquellas banderas españolas que inundaron los balcones, después de la pérdida de complejos que supuso ganar el mundial de fútbol, demostraron la existencia de un "ser nacional" español que dejó de ser una mayoría silenciosa.

Podemos no nació como extrema izquierda, sino como un movimiento político transversal que integraba personas de diferentes ideologías. Ese era el discurso inicial de Pablo Iglesias. Pero pronto descubrimos que los principios del líder podemita son capaces de cambiar dependiendo de las circunstancias. Después de poner a parir a los comunistas, a los eternos y tristes perdedores de elecciones, terminó echando mano de ellos para acolchar la primera pérdida millonaria de votos de Podemos en unas elecciones generales. Y su pacto con las mareas y confluencias independentistas les ha llevado a una política esquizofrénica que por un lado defiende la idea de España y por el otro reconoce el derecho de autodeterminación de sus nacionalidades.

El secretario general del PSOE de Canarias, Angel Víctor Torres, decía esta semana, hablando del programa de Vox, que hay gente que está en las instituciones para acabar con ellas desde dentro. Podemos concluir que Torres ha descubierto la democracia y la pólvora al mismo tiempo. Vox contempla la liquidación de las autonomías y quiere un Estado centralista y fuerte. Parece terrible. Pero el presidente Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, ha negociado, sin despeinarse, mayorías parlamentarias con partidos como Esquerra o PDECat que persiguen activamente la ruptura del orden constitucional y la secesión de Cataluña para convertirla en república independiente.

El signo de los tiempos es el extremismo populista y radical. La Unión Europea se desmorona corroída por opciones políticas que predican el regreso a las tribus y a las fronteras con púas de acero. En todos los países surgen líderes eurófobos que están en contra de los sacrificios fiscales que aseguran el estado del bienestar y prometen a los ciudadanos un falso paraíso "gratis total". La extrema izquierda quiere grandes sueldos y pensiones para todos; más funcionarios y servicios públicos ilimitados. Pero cada vez que ha intentado conseguirlo ha terminado destruyendo a las sociedades y hundiendo a los países. La extrema derecha quiere implantar el darwinismo económico y acabar con la solidaridad que mantiene la estructura de las sociedades. Sus resultados prácticos también han sido devastadores.

Eso que llamamos "el milagro español" fue la capacidad de todas las tendencias políticas para ponerse de acuerdo en España y hacer una transición de la dictadura a la democracia. Con la amenaza de los militares detrás, líderes de fuerzas políticas muy enfrentadas fueron capaces de hacer una Constitución que ha durado cuarenta años (la segunda más larga después de la de Cánovas). Lo que propulsó la modernización de este país y su progreso económico y social fue la tolerancia, la capacidad de ponerse de acuerdo y de pactar.

Es que hay que ser muy tonto para no darse cuenta de aquel viejo eslogan de que "la unión hace la fuerza". Hace años se representaba la inutilidad de los políticos con el dibujo de dos burros que tiraban de una cuerda para intentar acercarse cada uno a una pila de heno. Naturalmente ninguno lo conseguía porque los dos anulaban mutuamente su esfuerzo. Para lograr algo es necesario que exista colaboración. Es la clave del progreso del ser humano. Pero hemos pasado del bipartidismo al multipartidismo y del turnismo al caos. La nueva política, que venía a abrir las ventanas para que entrara aire fresco en nuestra democracia, es un violento huracán que está destrozándolo todo. La política es un espectáculo más. La moderación y la tolerancia un aburrimiento. Vamos de culo y sin frenos.