Hay muchas personas preocupadas o alarmadas por la deriva que está tomando la política de este país y sus posibles consecuencias. Los grandes partidos políticos tradicionales derrocharon la herencia de prestigio y honestidad que les habían dejado los líderes de la transición y acabaron enfangados en incontables escándalos de corrupción que afectaban incluso a su propia financiación. Sus acusaciones mutuas, sus permanentes descalificaciones y violencia verbal fueron el caldo de cultivo del cansancio de la ciudadanía, que terminó expresándolo en las urnas con su apoyo a las denominadas ''nuevas'' políticas.

Una de esas fuerzas venía desde la extrema izquierda, situada más allá del socialismo español. Como no hay acción sin reacción, la sociedad ha terminado oscilando también hacia la extrema derecha, como acaban de demostrar las elecciones en Andalucía. Como cuando das un golpe en un balde de agua, la ola va desde un lado hasta el extremo contrario. Y si la ola es muy fuerte, el agua se acaba derramando por los lados.

Coalición Canaria, el partido en el que milito, se ha situado en el centro y en la moderación. Son dos las señas de identidad de los nacionalistas canarios: la defensa de las Islas y la prudencia. Lo acabamos de demostrar hace muy poco con la aprobación de un nuevo Estatuto de Autonomía que se ha negociado sin escándalos, sin tensiones, practicando el consenso y el diálogo con la Administración Central del Estado y con escrupuloso respeto de la Constitución.

Hemos ofrecido el ejemplo perfecto de cómo se puede conseguir el máximo nivel de autogobierno y de respeto a nuestras singularidades sin crispaciones, sin enfrentamientos y sin hacer eso que algunos consideran "mala política". Y eso ha sido así porque en Coalición se defienden estas Islas practicando la prudencia y la sensatez. Luchar por estas Islas y defender los intereses de todos los canarios no es incompatible -sino todo lo contrario- con sentirnos parte de Europa y con sabernos integrados en una España plural y democrática. La aparición de la extrema derecha nos ha dejado más solos aún, más solos en la defensa de las Islas y más solos también en el terreno de la moderación: ambas cosas son preocupantes.

Tengo la opinión que el auge de la extrema izquierda y la extrema derecha en nuestro país es la consecuencia directa de un golpe en el balde de la sociedad. Un golpe que se da todos los días por quienes se insultan y degradan desde los diferentes partidos políticos. Esta semana que celebramos el cuarenta aniversario de la Constitución hay voces que sugieren la necesidad de reformarla. No me imagino peor momento para llegar a un consenso entre las fuerzas políticas presentes en el panorama español.

Los que hicieron posible la transición en este país llegaron a entendimientos desde posiciones muy antagónicas. Hoy la extrema izquierda pide la abolición de la Monarquía o la independencia de territorios como Cataluña (luego vendrían algunos más). Y desde la extrema derecha que acaba de desembarcar ya se escucha la ola rebotando en el otro lado del balde, diciendo que hay que liquidar el Estado de las Autonomías y volver a una España centralista y fuerte. Poner de acuerdo a quienes se odian mutuamente y a quienes sólo están dispuestos a conseguir imponer sus ideas, sin atender a las razones del otro, es casi imposible.

Me gustaría pensar que todo este extremismo, esta radicalización de la vida pública, es un fenómeno pasajero. Porque la democracia se sostiene en la moderación y no en la crispación permanente. No soy un político profesional ni pretendo serlo. Como muchas otras personas un día decidí comprometerme en la defensa de mi isla y de mi tierra. Y cuando acaben mis responsabilidades volveré a mi trabajo. Y en contra de la idea general, hay muchos políticos que son igualmente ciudadanos comprometidos. El descrédito que los partidos políticos han creado en la sociedad con el auxilio de algunos medios de comunicación; la mala imagen que han ofrecido de la vida pública es un ácido que está corroyendo los pilares de nuestro sistema de libertades.

A España le sobran extremismos, gritos y discursos salvadores. Lo que le hace falta es moderación, reposo, cordura y sentido común. Hace falta calma para escuchar a los demás y calma para expresar nuestros argumentos. Estoy convencido de que se puede ser firme como una roca en la defensa de las islas y al mismo tiempo tolerante para defender esas razones. Lo preocupante es que cada vez hay menos agua en el centro del balde, defendiendo a las Islas con tolerancia.

*Presidente del Cabildo de Tenerife