Volver al pasado se hace imposible cuando se le ha destruido con nuestras propias acciones.

Corría el año 1988 cuando en este mismo diario publicamos un sentido artículo que titulamos "Sociología Rotaria", producto de una serie de circunstancias que nos había tocado vivir, de las cuales pretendíamos, en aquel entonces, dejar alguna constancia para no olvidarlas y tenerlas siempre presentes, como una lección que la vida nos ofrecía, para un mejor fortalecimiento de nuestras experiencias y conocimientos en el mundo del desarrollo de las enseñanzas del turismo.

Desafortunadamente, el trepidante avance de la vida moderna que entra hasta en nuestras más íntimas relaciones, nos lleva a insistir en aquellos recuerdos dolorosos, que no van precisamente por nosotros mismos, sino hacia el entorno en que se mueven muchas personas confundidas en sus orientaciones, que más tarde ven sus aspiraciones frustradas en el escenario que la sociedad les ha brindado, con esa jauría de aprovechados sin escrúpulos que engañan hasta a su padre y su madre, sin otra ambición que la buena vida y el dinero.

La "era del conocimiento" dicen que ha llegado. Muchos de los círculos de las enseñanzas del turismo en el mundo están aplicando en sus promociones esta predicción. Hay que aprovecharlo todo, aunque después no sirva para nada porque no sepamos ni de lo que estamos hablando, ni apliquemos las más elementales normas para cumplir con sus postulados. Ese conocimiento se puede aplicar de muchas maneras. Algunos lo aplican para evadir responsabilidades, escudándose en supuestas explotaciones y sumisiones, producto, más que de otra cosa, de sus carencias, que les han hecho vivir toda su vida a expensas del trabajo de los demás, sin preocuparse para nada del entorno, de la felicidad de los otros, o de cumplir con sus más firmes promesas... aunque hayan sido hechas "ante Dios y los hombres".

¡Ojo! que también presumen de ser católicos. Seguimos con los mismos problemas. Con otros actores, o los mismos, que también siguen "jodiendo", para emplear sus propias palabras, aunque a nosotros nos suenen feas. El principio rotario de "servir es mi obligación" sigue con nosotros. "La verdadera riqueza es la íntima y plena conciencia de nuestra integridad de carácter, nuestra honradez y nuestra buena fe, que nada ni nadie podrá quebrantar".

Hay que saber que esa "integridad de carácter" de que hablamos nos hace poseer un poder de atracción que nos da la fe para seguir aumentándolo con nuestro quehacer, con nuestro trabajo, con nuestra dedicación, con nuestros sencillos deseos de hacerlo todo bien en beneficio de los demás. "Se beneficia más quien mejor sirve", dice otro lema de los rotarios del mundo. Así, tenemos las muestras de todo este entramado en las alentadoras felicitaciones que recibimos por nuestro trabajo, de mis hermanos países americanos, desde la lejana California, hasta la Córdoba de Argentina. Todo un reconocimiento al espíritu rotario que nos alienta y anima. Decía nuestro admirado Juscelino Kubistckek de Olivera, presidente de Brasil, tristemente fallecido, que hizo posible el sueño de Brasilia, que "siempre hay una nueva luz". Esa filosofía nos ha alentado cuando, más de una vez, hemos sido robados, saqueados, vejados y ultrajados hasta por quienes habíamos depositado en ellos toda nuestra confianza sin ningún tipo de restricciones. No nos han desalentado incluso ni la lentitud de la Justicia ni las más burdas patrañas que algunas mentes maquiavélicas enfermas han pretendido tejer para justificar sus ladinos y vergonzosos actos. Es "la vida moderna" donde la decencia, la vergüenza y la ética parecen haberse perdido totalmente en la vorágine del progreso.

No es de extrañar, entonces, que más de un dirigente de los más diversos centros de enseñanza del mundo nos pregunte para qué incluimos en nuestros programas materias como "deontología" y "cultura de paz". Si esto lo preguntan estos supuestos connotados dirigentes de la enseñanza, ¿qué creen ustedes que puede preguntar un simple concejal de un modesto ayuntamiento, o un consejo municipal, por poner sencillos ejemplos?

Este es el mundo en que luchamos los que tenemos espíritu rotario y que hemos nacido con él, como dijera mi amigo Pedro Guerra Suárez, expresidente del club de Las Palmas, del que fui fundador, en la presentación escrita que nos hiciera allá por los años ochenta del pasado siglo. Es el mundo en el que luchamos unos pocos contra los que crean los problemas anteponiendo su avaricia, sus caprichos y su ego personal, a cualquier otra opción, destruyéndolo todo: las empresas, la sociedad, los hogares, las familias, las personas.

Es el mundo en el que tratamos de imponernos "los hombres de la solución". Los que de verdad lo somos tratamos de comprenderlo, entenderlo y evitarlo hasta donde podemos, sin dejarnos arrastrar por la pendiente del ostracismo. Plantándole cara a los problemas e intentando sacar lo mejor de nuestros semejantes, intento vano la mayoría de las veces, ante el planteamiento mercantilista de esa "era del conocimiento" que, sinceramente, no sabemos a dónde nos va a llevar ante el despiadado uso que se le está dando al tema, donde, como decimos, se atropellan la ética, la honradez, la fidelidad? La fidelidad, esa hermosa palabra convertida hoy para algunos solamente en eso, en una palabra. Seguiremos intentando mantener nuestro trabajo aunque mucho les duela a algunos.

En "la era del conocimiento" hay otro mundo. El mundo de la esperanza. A ese pertenecemos. La esperanza me mantiene, decía nuestro ilustre profesor Pedro García Cabrera. Eso.

*Del Grupo de Expertos de la Organización Mundial del Turismo (UNWTO)