Las últimas elecciones andaluzas sirvieron para mostrar la interpenetración, pregnancia y retroalimentación entre la clase política y periodística; hacían idénticos análisis y pontificaban como un bloque sobre Vox. Más que recordar, llegué a vislumbrar lo que había pasado en EE.UU. y cómo se consideró incrustado el periodismo en la clase política. Las famosas élites de la vieja democracia liberal reconvenidas.

En España un periodismo mayoritariamente de izquierda ha compartido una bolsa de préstamos y argumentarios con la clase política. Lo decimos porque podemos establecer una clara divisoria entre análisis, conclusiones, estereotipos que han mantenido sobre Cataluña ese periodismo ahora refutado y prescindido, y una nueva generación de periodistas y escritores que lo desoye. Generación que no se puede reconocer en la anterior, ¿ruptura epistemología? Sin duda, al ignorar por completo un pensamiento mediático-político con los siguientes diagnósticos y análisis formulados sin descanso y al unísono: "que Rajoy creaba independentistas" (¡ya es conocer el nacionalismo!), "que la culpa era del Estatut" o "del recurso constitucional", "seducir a los catalanes", "no judicialización de la política", "blindar la cultura" y lo que dispusieran, "inmersión lingüística" monolítica, "que el nacionalismo catalán era exactamente simétrico al español" (hasta que apareció Vox y ¡por fin! advirtieron los rudimentos del nacionalismo identitario español), la "conllevanza" orteguiana porque les permitía la cita, "el boicot del PP", y más. A toda esta sarta de inconsistentes análisis con las que nos despertábamos todas las mañanas año tras año, los llama Juan Claudio de Ramón, joven diplomático y escritor "lugares comunes", título de su último libro. Hace algo tan insólito como no considerar a los catalanes peonza del resto de España, les restituye la libertad y responsabilidad autonegadas. Y si eligen seguir siendo histéricas plañideras será ahora sin comparsas externas.

Esta nueva generación de periodistas o colaboradores está escribiendo certeros y novedosos análisis críticos sobre Cataluña: ahí están Daniel Gascón ("El golpe posmoderno"), Rafa Latorre ("Habrá que jurar") y una pléyade de periodistas de espíritu liberal, pensamiento propio, de sólida cultura y sobresaliente estilo, no tributarios de la mitología de la Transición y espíritus generacionales, que deciden estudiar el nacionalismo en lugar de repetir como loros, anémicos apotegmas. Tienen una manera de escribir vivaz y destellante, incisiva y ajena a las convenciones de lo políticamente correcto, también gustan ausentarse de los clichés apergaminados de "derecha" e "izquierda". Tienen nombres y no todos son periodistas: Jorge Bustos, Rafa Latorre, Cristian Campos, Daniel Gascón, David Gistau, Rubén Amón, Juan Claudio de Ramón, Aurora Nacarino, Soto Ivars, Andrea Mármol, etc.