". Dos sentimientos que se manifiestan diferentes y divergentes. El uno, aquel, supone una "conturbación, un abatimiento del ánimo". El otro es la acción de "manifestar alegría y satisfacción a la persona a quien ha acaecido un suceso feliz".

Mi consternación se produjo cuando leí la noticia del fallecimiento de don Luis Mardones Sevilla, al día siguiente de haberse producido en Madrid. Gratos recuerdos se agolparon en mi mente de la relación con él. Siempre fue una relación esporádica cargada de afecto y respeto, siendo militantes de organizaciones políticas diferentes. Comentando y analizando actitudes de unos y otros que afectaban al devenir de España y de Canarias dentro de ella. Ambos habíamos nacido en el año 1938, en plena Guerra Civil; y conocíamos de los avatares de la posguerra, bien que por caminos diferentes. Él se desarrolló por vía académica y yo por vía de formación profesional que, ciertamente, fue una buena obra del franquismo (no creo que esta aseveración me cueste una querella por hablar bien de algo del franquismo).

Con Luis Mardones daba gusto hablar de lo humano, y de lo divino si era menester, y de cuantos dislates se producían en su partido y el mío (mientras que lo fue y después). Pero ello quedaba entre nosotros como una manifestación de desahogo. Ha compensado, en algo, ese sentimiento de abatimiento el contemplar el acto de reconocimiento póstumo que le otorgó el otro día el Pleno del Congreso de los Diputados. Que Dios tenga en la Gloria al gran político que fue y aún mejor persona.

El sentimiento de congratulación a que he hecho referencia corresponde al reconocimiento que el periodismo ha otorgado a Any Oramas como mejor parlamentaria. Me causó gran alegría, pues hacia ella sentimos un gran afecto mi esposa y yo. Afecto que, sin duda, es correspondido. Conocemos a Any desde el año 1983 en que tanto ella como yo accedíamos como concejales al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, ella por ATI y yo por el PSOE. Nuestras diferencias partidistas nunca causaron menoscabo en la relación personal. Como con Luis Mardones, con Any el afectuoso respeto era norma de conducta. La evolución en la actividad política de ambos, tanto de Luis Mardones como de Any Oramas, siempre nos supuso un cierto grado de satisfacción. He entendido y entiendo que divergencias políticas no han de interferir en el sostenimiento de buenas relaciones personales, si aquellas se corresponden en puridad de ideas. Y esta era, creo yo, mi relación con las dos personas citadas y por lo que he abierto el comentario de hoy de tal forma.