Cuando salga este articulo estaremos en 2019, el nuevo año, que esperemos sea mejor que este en algunos aspectos, como lo de Cataluña y el abuso y muerte de tantas mujeres por los hombres. Continuando con mi articulo del 20 de diciembre donde hablé algo sobre el belén y la navidad, dejé muchas cosas en el tintero por falta de espacio, esperamos corregir hoy algunas de ellas y sobre todo tratar de completar el tema. Pues el belén y el árbol de Navidad constituyen sin duda símbolos de paz y concordia.
San Francisco de Asís dijo: “Quien no ha entendido el misterio de la Navidad no ha entendido lo mas determinante de la condición cristiana”. Haciendo un poco de historia, según el evangelista San Lucas: salió un decreto del emperador Augusto ordenando que todo el imperio romano se empadronase. San José, por ser de la familia de David y de Abrahán, salió desde Nazaret en Galilea hacia Belén de Judea, al sur de Jerusalén. María, su esposa, se hallaba encinta a pesar de su virginidad como explicamos en el articulo anterior. Al llegar no había lugar en la posada del pueblo, por lo que se instalaron en una gruta rodeada de pastos, donde había un pesebre, A la Virgen le llegó el tiempo del parto, dando a luz su hijo primogénito, al que envolvió en pañales y recostó en el pesebre. Un ángel del Señor se presentó a los pastores que estaban en la zona, cuidando sus rebaños, envuelto en una gran claridad, lo que les llenó de gran temor, pero el ángel les dijo: “No temáis, os anuncio una buena noticia, que será de gran alegría para todos… Hoy en la ciudad de Belén os ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor. Encontraréis un niño envuelto en pañales, recostado en un pesebre”. En torno al ángel apareció una legión de ángeles que alababan a Dios diciendo: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres de buena voluntad…”.
Los personajes que han ido apareciendo son: el ángel anunciador, la estrella (conjunción de planetas seguramente) en forma de cometa que guió a los Reyes Magos (libro del profeta Isaías y salmo 72), procedentes de Oriente, que eran sacerdotes, astrólogos y sabios, más que reyes (según Mateo), que observaban los astros y conocían la historia de los pueblos y posiblemente sus profecías, y así al observar el cosmos, vieron la estrella y la siguieron hasta Belén para adorar al Rey de los judíos que había nacido y entregarle regalos: oro como rey; incienso como Dios; y mirra como hombre que tiene que morir. Los ángeles que alababan a Dios, una mula (asno) y un buey, que posiblemente tiraron del carromato donde iría la Virgen encinta y que para algunos representa la “humanidad”, los pastores que cuidaban sus rebaños en las proximidades y a los que el ángel se presentó. Lo fundamental por supuesto son: la Virgen María, madre del Dios nacido; San José, su padre adoptivo, y por supuesto el Niño Dios, Jesús, en el pesebre que había en la gruta.
Una de las primeras representaciones conocidas de un belén fue un trozo de sarcófago de 343 d.C. encontrado en las catacumbas de San Sebastián en Roma en 1877, donde aparece una escena de la adoración de los pastores y un buey y una mula. Sin embargo, el primer “Nacimiento” como los actuales se le atribuye a San Francisco de Asís, que en la noche de la Navidad de 1223, a su vuelta de Tierra Santa, impresionado por lo que había visto en su viaje, instaló una imagen del Niño Jesús, en un pesebre, junto con un buey y un asno reales, en una gruta en Grecio (Italia). Dice la tradición que hubo un momento en que san Francisco cogió la figura del Niño, y este cobró vida momentáneamente. El suceso hizo que los que lo presenciaron montaran en sus casas belenes semejantes, naciendo de este modo esta tradición en Italia, de aquí pasó a España y posteriormente a Europa.
Volviendo a los Reyes Magos (sacerdotes), según el evangelio de Mateo: Jesús nació en Belén, en tiempos del Rey Herodes. Unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo”. Al enterarse el rey Herodes se sobresaltó, convocó a los sumos pontífices y a los letrados y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. Ellos le contestaron que en Belén de Judá. Herodes llamó en secreto a los Magos y los mandó a Belén para que averiguaran lo del niño y le avisaran para ir él también a adorarlo (lo que pretendía era poder matarlo, como luego intentó). Los Reyes después de oír al rey se pusieron en camino, y la estrella que los había guiado se paró donde estaba el niño. Los Reyes entraron, cayeron de rodillas, lo adoraron y después le ofrecieron los regalos.
Posteriormente, habiendo recibido en sueños a un ángel, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino. Los tres reyes se interpretaba que representaban los continentes conocidos: Asia, Europa y África, las razas conocidas y las tres edades del hombre (juventud, madurez y senectud). El número de los Reyes ha variado en el tiempo, hasta que el papa León I el Magno estableció definitivamente su número en tres. Sus nombres también variaron hasta que en el siglo XVI en una iglesia de Ravena (Italia) aparecieron los Reyes con los nombres de Gaspar, Melchor y Baltasar. Un blanco, Melchor (Europa); un árabe, Gaspar (Asia); y un negro, Baltasar (África). Del árbol de Navidad hablaremos otro día.