La caja de los truenos lleva tiempo que sus sonidos se escuchan por todas partes. Unas veces su estruendo es fuerte, otras se atenúa y parece que las soluciones territoriales intentan, de alguna manera fraguar.

Los improperios de unos y los miedos de otros pretenden que se deslicen , y no sibilinamente sino que, seguramente, este año sonarán con mas estridencia, lo que originará que en la conciencia de muchos se incruste de nuevo lo de "las dos Españas".

Si los problemas territoriales del Estado tienden a no solucionarse alejados de las mentiras, la amenaza del tiempo histórico que se había sepultado va a cobrar virulencia y el enfrentamiento mas allá de las palabras pudiera desembocar en que aquellos que pretenden ser garantes de la paz y del derecho continúen con sus voces inquisitoriales propiciando rupturas y divisiones donde el "rojo" empalidece y el "azul" cobra nuevos tintes de amaneceres patrios.

Y es que existe el torpe empecinamiento de no llegar a entender que los pueblos deben caminar, o al menos iniciar un nuevo transito para mejorar la convivencia, ya que si esta se cuestiona con legajos y códigos administrativos se continuará con la imposibilidad de llegar al acuerdo que decida que los modelos territoriales caducan, que no son imperecederos y lo que se construyó en 1978 tiene fecha de caducidad, por lo que, irremediablemente, toca afrontar nuevas cuestiones ante una sociedad diferente, y que en parte nada tuvo que ver con lo establecido anteriormente porque ni tan siquiera votó la constitución vigente.

La derecha se enquista y transita por un inmovilismo recalcitrante;la izquierda le va a la zaga porque actúa como si fuera copia de un progresismo que es incapaz de marcar rutas que den satisfacción para que una gran mayoría se ponga en el camino de abarcar una reforma territorial en toda su extensión. Y por otra parte los nacionalismos se encuentran, unos apretando, exigiendo su parcela histórica, y otros a verlas venir sin arrimar con la debida fuerza el hombro para mover lo que permanece anquilosado dentro de un cuerpo constitucional que ya no sirve.

Pero, seguro, España no se va a romper ni se va a difuminar en el concierto de las naciones, pero sí aparecerá, y ya ha rebasado el dintel, un escenario diferente que nos esta diciendo que habrá que modificar el modelo para que de satisfacción a los territorios integrados bajo el Gobierno español.

Lo que está claro es que el inmovilismo no sirve y que mirar hacia atrás solo les viene bien a los tramontanos que pretenden tirarse de nuevo al monte o para los que se adornan con los ropajes de un progresismo falsario que no saben que hacer siendo la perplejidad su mejor aliado.

Tal vez sean los nacionalismos los que obliguen a iniciar estos cambios propiciando un periodo de reflexión política y alejarse de modelos territoriales caducos para situar a los diferentes pueblos en el lugar que les corresponde

Con esto no se va a romper España, sino que desde la diversidad, quizás, se refuerce una unidad que, da la sensación, se está quebrando por un solo lado.