La ludopatía está considerada por la Organización Mundial de la Salud como un trastorno que altera el comportamiento familiar y social de la persona que lo padece. Es una adicción de efectos negativos difíciles de superar.

Desde el año 1977, es decir, desde el advenimiento de la democracia en España, los juegos de azar con apuestas de dinero son legales. Así, empezaron a surgir y proliferaron las salas de bingo, las máquinas tragaperras, los casinos y sobre todo los juegos y apuestas del Estado: lotería nacional, quinielas, lotería primitiva, euromillones, bonoloto, etc., incluso la ONCE no se conforma con el sorteo del cupón diario, sino que cada vez más saca un nuevo modelo de juego o sorteo extraordinario, sin embargo, la verdadera explosión la ha supuesto el juego online, cuyo control corresponde al Estado, concretamente, a la Dirección General de Ordenación del Juego. Organismo que concede las licencias y establece las normas para verificar la identidad de los jugadores y para impedir que los colectivos más vulnerables (menores y personas registradas de acceso prohibido) puedan hacerlo.

El control del juego presencial en salas de juego, bingos, casinos, máquinas tragaperras, etc. corresponde a las comunidades autónomas, que prohíben el acceso al juego de menores de edad y exigen que se cumpla el reglamento de juego. En algunas de estas salas se permite la existencia de bares o cafeterías de acceso restringido para menores.

Los responsables de los locales y salas de juego deben vetar el acceso a los menores de edad, so pena de fuertes sanciones, no obstante, al igual que sucede con la compra de tabaco y bebidas alcohólicas, estos menores saben eludir este control, tanto presencial como online, este muy difícil de verificar porque resulta fácil burlar el control usando la identidad de otra persona adulta.

Las apuestas a espectáculos deportivos pueden considerarse ya la principal vía de acceso de los jóvenes a la ludopatía. Estas apuestas, tanto las que son online como presenciales en salas de juego, están experimentando un gran incremento en los últimos años, de lo que se deduce que el acceso al dinero fácil aparece cada vez con mayor frecuencia desde tempranas edades. Y este fallo, llamémoslo así, se explica por la laxitud de la legislación española y por efecto de las grandes campañas publicitarias de las cadenas televisivas en pro del juego en las que participan destacados deportistas y famosos presentadores de programas de televisión para captar a nuevos jugadores.

En EE UU la ley impide jugar hasta los 21 años. Aquí, en España, la norma es mucho menos restrictiva. Ciertamente impide apostar a los menores pero realmente se incumple con frecuencia. Las salas de juego están obligadas a solicitar el DNI a los jugadores en caso de duda, sin embargo, muchos menores de edad que quieren jugar recurren a algún amigo adulto para realizar su apuesta. Tal vulnerabilidad revela no solo la incidencia de la ludopatía entre los jóvenes, sino la urgente necesidad de adoptar más medidas de control y prevención para proteger e impedir el juego a los menores de edad.

Las administraciones públicas, por su parte, deben endurecer las leyes sobre el juego, aunque da la impresión de que poco interés tienen en ello, porque incide en los ingresos a través de impuestos a las arcas del Estado, y lo digo porque en España, desde el año 2015, existe un proyecto de regulación del juego que aún no se ha aprobado por el Consejo de Ministros, en el que también está previsto la regulación de la publicidad en los medios de comunicación.

Los jóvenes, a falta de otras alternativas de ocio que no poseen ni se les ofrece, ven normal su percepción sobre el juego, ya que el clima social favorece las apuestas.