Lo define la acepción 2 del DRAE: "Recato, honestidad, modestia". Y en sentido figurado: "Dignidad en los actos y en las palabras, conforme al estado o calidad de las personas". Aplicando al vocablo el prefijo "in" el significado es la ausencia de aquellas cualidades. "Indecente" le espetó el señor Sánchez, entonces secretario general del PSOE y candidato a la Presidencia del Gobierno, al señor Rajoy en debate televisivo ante la audiencia de algunos millones de españoles.

El paso del tiempo, y de algunos acontecimientos, viene a ratificar aquello de "por la boca muere el pez". Y pone de manifiesto la carencia de decencia de quien con toda solemnidad le endilgó aquel apelativo al entonces presidente en funciones del Gobierno, señor Rajoy. Y hoy, y desde hace unos meses, la decencia huelga en aquel personaje que pretendía alcanzar la Presidencia mediante la holgura de votos que la sociedad le otorgase y que, tras peripecias en su partido, la alcanzó mediante el apoyo de la ultraizquierda que pretendía laminar al PSOE, los independentistas "catalonios", los proetarras vascos, y aun del PNV (padre putativo de aquellos otrora cachorros gudaris). Y una buena parte de la militancia del PSOE recluida en sus catacumbas sin saber qué hacer. Y el tiempo corriendo en demérito de la España constitucional.

Don Pedro Sánchez, con los apoyos precitados, ganó una moción de censura que don Mariano Rajoy se tenía merecida, formó un Gobierno que en primera instancia alcanzó los parabienes de buena parte de la sociedad española por su composición y su aparente cualificación. Bien es verdad que no había "obrero" alguno que deviniese de aquella "O" del PSOE. También es verdad que aquella "O" sufrió un fuerte descalabro un 14 de diciembre de 1988. La "S" también venía sufriéndolo, y la "E", empujada por Zapatero, está siendo hundida en el fango por el señor Sánchez.

Decía Kant que "la posesión del poder daña inevitablemente el libre juicio de la razón". Se me hace que algo de esto le sucede a don Pedro Sánchez desde que se instaló en la Moncloa. Y si, además, tiene a su alrededor un "contratista" (antes "mercenario") que le baila el agua, y algún espontáneo, como el presidente del Cabildo de Lanzarote, que lo eleva a la categoría de Jefe de Estado porque el presidente ha ido al patrimonio nacional en aquella isla a pasar una vacaciones a costa del contribuyente, pues es casi natural que el "juicio de la razón" se disloque. Tanto, que trate de ocultar los gastos de los desplazamientos al amparo de "secreto de Estado". ¡Manda huevos! que diría el señor Trillo. ¿Será la "indecencia" un valor en alza en quienes alcanzan poder?