Este año se cumple el 70º Aniversario de estos cursillos que se iniciaron en España, concretamente en Palma de Mallorca, y se extendieron al resto de comunidades y países del orbe cristiano. Antes de la llegada de la democracia, estos cursillos tuvieron un gran arraigo en toda la sociedad española de la época, pero tras la aprobación de la Constitución de 1978, con la declaración de un estado aconfesional por la presión de la izquierda, nuestros constitucionalistas permitieron que la Iglesia quedara a un lado.

La decisión se tomó de una manera tan simplista, con tanta falta de rigor, supongo que más por miedo o por aquello del que dirán, que nuestra fe cristiana quedó relegada a un segundo lugar y desapareció también de la escuela, dejando atrás una cultura de muchos años de historia. La Iglesia Católica hace cuanto puede y lucha día a día por preservar unos derechos históricos que pertenecen a todos. Sin embargo y pese a la presión que ejercen los progresistas, no existe ni un solo pueblo en España, por humilde y pequeño que sea, que no haga de sus fiestas mayores un homenaje a un santo o una virgen. El calendario laboral sigue rigiéndose por las fiestas patronales de pueblos, municipios o comunidades, y tenemos una Semana Santa, que algún retrogrado quiere eliminar, pero que se considera fundamental para subir los índices de turismo. Solo viendo programas como "España Directo" o "Aquí la Tierra", es fácil comprobar cómo se viven las fiestas religiosas en muchos lugares.

Rozando ya los 83, desde que hice la Primera Comunión con 10 años, no he dejado de asistir a misa los domingos y las fiestas de guardar, como se decía antes. Salvo en casos de fuerza mayor, siempre he procurado cumplir con mis obligaciones y ser un buen cristiano, cosa nada fácil en los tiempos que corren, pero mi fe sigue intacta.

El Cursillo de Cristiandad número 123 de la Curia de San Pablo se celebró el 18 de mayo de 1977 en los bajos de una calle paralela a la Iglesia de la Cruz del Señor. Allí nos llevó mi entrañable amigo Salvador Fernández Morán, compañero en las tareas directivas de Aspronte. Digo nos llevó, porque incluyó en el paquete además de a nuestras esposas a otro inolvidable camarada de la Asociación, Nicolás García Alayón. Ambos nos considerábamos cumplidores de la fe, pero ante su insistencia, nos plegamos y resultó una de las mejores experiencias de nuestra vida, porque podías ser buen cristiano, ser un hombre con dudas e incluso un ateo convencido, pero aquellos cursillos fueron más que convivencias, pues nos permitió conocer nuestro interior, y sobretodo disfrutar de la ternura y el amor que Dios nos ofrece siempre y pone a nuestro alcance.

Todos esos momentos cambiaron para bien nuestra forma de vivir. El padre Lucio González Gorrín, mentor del cursillo, escribió en mi Guía de Peregrino lo siguiente: "José: Le haces mucha falta a Dios y a los hombres. Tienes una cantidad inmensa de cualidades que has puesto de manifiesto a lo largo del cursillo. Dios te pague el testimonio de entrega que me has dado. Sigue así para mejorar. La comunidad necesita tus servicios. Préstale a otro tus brazos". Y así traté de llevar mi vida desde entonces, compartiendo ilusiones y esperanzas, usando mis conocimientos y cualidades solo para el bien, y ayudando a los demás sin ningún tipo de recompensa a cambio, pues si das lo que puedes, el señor te lo devolverá multiplicado.

He restado tiempo a mi vida personal y familiar a favor de muchas actividades sociales, comerciales, deportivas y culturales. En mi casa cuelgan nombramientos de socio de honor, agradecimientos y reconocimientos públicos y privados otorgados por distintas instituciones. Nunca los pedí, fueron otros los que me los concedieron, pero ahí están y tienen el significado del trabajo bien realizado, la entrega y orgullo de un tiempo dedicado a los demás. Por eso debo resaltar que esas cualidades innatas en mi persona, son producto de mi fe inquebrantable y de la fuerza moral que me proporcionó aquel bendito cursillo de cristiandad.

Somos muy reacios a autoanalizarnos. Hacer el bien no cuesta tanto como la gente piensa. La satisfacción y la Paz con Dios, es impagable.

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