ABBA, que es un acrónimo formado por las primeras letras del nombre de cada integrante del grupo: Agnetha, Björj, Benny y Anni-Frida, ha sido siempre que se lo ha propuesto una mina de oro. Generación tras generación, y van 5, siempre se ha mantenido en el top de la música logrando un modelo jamás imitado por nadie. Si te gusta ABBA, te gustan todas sus canciones, algunas tan ñoñas y sentimentales como la historia de un primer amor. Y es que ABBA, sus canciones y sus letras, es el reflejo de la propia existencia de sus integrantes. Dos matrimonios que salen de la nada desde Estocolmo a lo más alto del mundo y finalmente se separan conyugalmente. Hace unos años, el grupo sacó una recopilación de todos sus temas, un musical y una película logrando meterse, cuando el mundo musicalmente ya era otro mucho más complejo, en las listas de éxitos más relevantes de nuevo.

Benny y Björg tenían un dúo mediocre hasta que en una casa de verano sus mujeres les hicieron los coros y se dieron cuenta de que eran una soprano y una mesosoprano. Entonces empezaron a ser ellas las que cantaban y sus maridos los que componían y ponían esos matices tan geniales en las sinfonías que solo Benny y Björj han sido capaces de lograr. Y hoy ABBA se propone volver a los escenarios con un redoble de tambor. Agnetha (la rubia) acabó tocada de toda su carrera y no sale de Estocolmo, pero los otros tres solucionarán el problema con un holograma en los conciertos que tienen previsto llevar de gira. Es decir, aunque la rubia no esté allí, la veremos cantando en una realidad virtual ya acorde con nuestros tiempos. Y de ser así, a buen seguro, arrasarán de nuevo y lograrán que los millones de megafanes de ABBA, entre los que me incluyo, disfrutemos de algo jamás pensado: conciertos innovadores y con todos esos temas que nos invitan a cantar a pleno pulmón. Y es maravilloso.

@JC_Alberto