Inclusión, diversidad y visibilidad. Habituales en políticos y organizaciones sociales, las tres palabras en boca de Jesús Vidal -leonés de cuarenta y cuatro años, filólogo y máster en periodismo, con una discapacidad visual del noventa por ciento- adquirieron su mayor sentido y un eco extraordinario en la opinión pública y publicada de este país nuestro, tan sensible y solidario pese a sus pulsiones hacia la casquería sentimental y la pasión futbolera.

Premiado con el Goya al actor revelación, sus expresiones de gratitud eclipsaron al resto de los protagonistas distinguidos y al conjunto de la gala y TVE, tras tantos vaivenes interesados, tuvo al fin unos minutos áureos y el indudable discurso del año. Tan emocionado como preciso, tan profundo como cercano, tan simpático como agradecido, Vidal compartió su merecido galardón con el director Guillermo Fesser ("Campeones" fue la mejor película y, en 2018, récord de recaudación en España con más de tres millones de euros); con los diez discapacitados (el equipo de baloncesto de Los Amigos, con los que coincidió en este trabajo coral y que saltaron de alegría en la velada; con el equipo artístico y técnico y con cuantos participaron en el rodaje; con los académicos de la cosa; con su familia y, de modo especial, con sus padres en cuya cálida dedicatoria parafraseó a Marín, su personaje cinematográfico: "A mi si me gustaría tener un hijo como yo, porque tengo unos padres como vosotros". En la noche del sábado, cuando por azares del zapping topamos con la impagable sorpresa, el móvil y el mac se petaron -como dicen mis hijos- con mensajes y comentarios de amigos de todos los colores tan encantados como yo.

Dramaturgo de vocación y periodista de oficio, hincha de la Real Sociedad y ahora decidido a seguir ante las cámaras, Jesús Vidal ha mostrado el acierto pleno para rechazar, con decisión y exquisitez, los señalamientos, incluso los caritativos, para tratar las discapacidades como "una condición diferente, como hacemos con otro tipo de rasgos, como el color, el color del pelo, la raza, la condición sexual". Y va más allá, como el propio Fesser en el logro más rotundo de su película, y pone el foco en otro tipo de carencia -¿por qué no discapacidad?- como es el límite emotivo y la falta de empatía con los diferentes que muestra Javier Gutiérrez, el protagonista "normal" del relato que se transforma felizmente en la convivencia. Grande Jesús Vidal.