Si alguien se molesta en mirar las fotografías de prensa de Fernando Clavijo, tras la reunión que tuvo esta semana en Madrid, verá que el presidente de Canarias tiene cara de estar en shock. Como si se hubiera perdido en medio de una gran ciudad y estuviera buscando un lugar que no encuentra. Tenía sus razones. Durante dos horas y media tuvo la oportunidad de disfrutar, en vivo y en directo, de una experiencia surrealista: descubrir que el Gobierno central desconoce su tierra.

El encuentro entre Canarias y Madrid acabó en fracaso. Ya lo era antes de empezar. El presidente Sánchez hace alta política reuniéndose con Quim Torra, pero para las autonomías de tercera fila manda a sus ministras a que le hagan el trabajo sucio. Tan sucio como desconocer las leyes canarias o ignorar que las ayudas al transporte aéreo no se pueden computar como financiación.

El presidente de Canarias sostiene que a través del diálogo se pueden conseguir acuerdos institucionales. A la vista está que no puede estar más equivocado. Porque les importamos un comino. Los gobiernos peninsulares siempre han visto a los canarios como un costoso exotismo. Y los mandarines de la Corte, esa bandada de garrapatas con levita y manguitos que vive sorbiendo recursos del Estado, piensa que nuestros derechos son privilegios.

La ministra que se reunió con Clavijo no parece haber leído ni el nuevo Estatuto de Autonomía ni la nueva Ley del Régimen Económico y Fiscal de Canarias. No ha tenido tiempo porque andan todos acabando el primer libro publicado por un presidente del Gobierno durante su estancia en la Moncloa, que es como hacer tráfico de influencias contigo mismo, aprovechando el cargo para facturar. Y como nadie se ha leído las leyes resulta que no se han enterado de que hay compensaciones a la lejanía e insularidad de Canarias que son estructurales: es decir, que se aplican año tras año al margen de los presupuestos generales del Estado. Que no son hechos potestativos, sino jurídicamente vinculantes.

El Gobierno socialista quiere abochornar a los canarios diciendo que ya nos da suficiente dinero para los pasajes y para la luz y que nos deja quedarnos con la recaudación de los impuestos al consumo. Desprecia que eso forme parte de la historia. No se atreverían a decirle nada parecido a los vascos. Y desde luego son incapaces de mantener la misma prepotencia con los independentistas catalanes, ante los que han terminado de bajarse los pantalones hasta los tobillos admitiendo un "mediador" neutral en las reuniones entre ambos gobiernos.

El diálogo de Canarias con Madrid va a terminar en la calle de la Melancolía, que es donde acaban los esfuerzos inútiles. O en la de la Amargura, que hace esquina. En el ombligo de España solo se respeta a los poderosos y solo defienden sus propios intereses. Tendremos que pelear con la ley en la mano. Aunque a algunos, hartos de tanto godo, nos pida el cuerpo otra cosa.