Las últimas elecciones locales estuvieron, para Coalición Canaria, marcadas por una guerra fratricida en las que el sector de Paulino Rivero fue "apeado de las cotas de poder". Junto a él, todo su séquito y lo que oliese al expresidente del Gobierno. De apenas tener mando en plaza los órganos del partido, la organización era manejada sutilmente por los cargos electos, como casi siempre. Incluso cuando se gestaban mil cuchipandas para los afiliados y simpatizantes, con la finalidad de que diera la impresión de una inquebrantable unidad. Por aquel entonces CC ya estaba rota. Una nueva ola llegaba cual tsunami y arrasaba todos los escaños y los cargos orgánicos de la organización. Al tomar la Bastilla el nuevo orden, y desterrar todo lo que oliese a Paulino, el resquemor fue infinito, y la ira de algunos de los que se sintieron traicionados digna de tratar. Como decía Churchill con otras palabras: cuerpo a tierra que vienen los nuestros.

Entonces, y cogidos en un renuncio, los apeados del poder no pudieron hacer nada, pero ya de vuelta en estas elecciones llevan tiempo pensando cómo desangrar a quienes los pusieron en la calle. Lo que quiero decir es que hay un poderoso grupo de exmilitantes de CC que se ha sumado en la sombra al derrocamiento de la hegemonía nacionalista. Y quien jugará un papel fundamental será Nueva Canarias. El partido de Román Rodríguez será el camastro de nuevos afiliados procedentes de CC y que fueron grandes estrategas ahora en su contra. Y si NC no ha pintado nunca nada en Tenerife, ni CC en Gran Canaria, la tortilla puede estar a punto de darse la vuelta. Y esto no lo digo yo, esto es lo que está pasando. Y mientras, además, apoyan desde el oscurantismo a partidos de obediencia nacional por si los números no diesen y hubiese que pactar. Pero a los que mueven los hilos para que esto ocurra les importa un pito Canarias, porque para ellos todo esto es solo una vendetta.

@JC_Alberto