Ayer empezó todo. En el Supremo, el juicio contra los doce apóstoles del independentismo. Y en el Congreso, la misa de difuntos por el proyecto de presupuestos generales del Estado del Gobierno socialista. Ya todo el mundo admite que vamos hacia unas elecciones generales, que es lo que se venía oliendo desde hace mucho tiempo. Porque aplicando la doctrina de El Gallo, lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. Pedro Sánchez, el presidente resistente, estaba dispuesto a darles a los independentistas catalanes todo lo que le pidieran, para seguir en la Moncloa. Todo, excepto su propia cabeza. Y eso fue justo lo que le pidieron.

A los catalanes se les ha ido la chaveta. Es lo que tiene la sobredosis de patriotismo. Han decidido que es el momento de jugárselo todo a una carta. Pero tienen una cosa a su favor: no engañan a nadie. A nadie que no sea lo suficientemente idiota como para engañarse a sí mismo. Y alguien hay por Moncloa, algún cerebrito, que pensó que la cuestión de Cataluña era un asunto de pasta. Así que se ordenó que se pusieran en las cuentas 2.200 millones de euros de inversión directa del Estado y 20.578 millones de financiación. Y ostras y champán y lo que haga falta. O sea, nada, porque el problema va de otras cosas.

La ministra de Hacienda, María Jesús Montero, ofició los ritos funerarios del proyecto de presupuestos de su Gobierno. Y para demostrar que estamos ya en campaña electoral, en vez de uno de esos aburridos discursos presupuestarios se metió en la jarana de un mitin político para los suyos y se fajó con toda la oposición mientras el titular la miraba desde el banquillo. Lo hizo francamente bien la ministra, considerando el mochuelo que le tocó posar en el olivo.

Lo que todo el mundo se pregunta ahora es: ¿cuándo van a ser las elecciones? Si Sánchez convoca elecciones generales en abril, los resultados, buenos o malos, afectarán a su partido en las locales y autonómicas. La opción más fiable es convertir el 26 de mayo en un "superdomingo" electoral. Aunque conviene no olvidar que algunas autonomías, incluida la nuestra, también pueden convocar elecciones anticipadas cuando lo consideren conveniente, con lo que la decisión de convocar a las urnas en algunos territorios podría cambiar en función de la decisión de Pedro Sánchez. El ajedrez de las fechas.

Considerando lo que Pedro Sánchez nos ha demostrado hasta ahora de su comportamiento, la decisión que tomará sobre las elecciones estará en función de sus propias conveniencias. Y lo que apuntan todos los datos es que cuanto más tarde en convocarlas más desgastado llegará a la cita electoral. Son los riesgos que tiene que tomar un experto en vivir al filo de la navaja que ya ha llegado a la conclusión que no le queda otra que jugársela. La campaña electoral ya está en marcha.