Ante las elecciones convocadas por el presidente Sánchez para el 28 de abril se avecina el gran barullo que van organizar -desorganizando a la vez- los partidos que van a competir por la gobernabilidad de España.

Aparecen los que se denominan constitucionalistas, nacionalistas, los radicales de un extremo y de otro, los que ante ese espejo lleno de borrones y de manchas de moscas hacen que desfiguren la realidad del que intenta mirarse en él, que son los que van a votar y se encuentran perplejos e irreconocibles, puesto que ahora más que nunca suenan las retóricas, las falacias, las mentiras y, sobre todo, la intencionalidad calculada que les hace pensar que los que miran son más o menos estúpidos.

Pero la gente, en este avance democrático que se ha tenido desde la Constitución de 1978, tiene claro que lo primero que pretende es ver consolidado todas aquellas promesas que se han pregonado elección tras elección y que la mayoría se quedan en agua de borrajas. Porque, en definitiva, lo que puedan gestionar los gobierno tendrán que contar con el beneplácito de Merkel y de los bancos, donde se escudan los poderosos que no solo median, sino imponen las rutas a seguir, sobre todo, las económicas que son las que dan o quitan el pan que la gente se lleva a la boca.

Se nos dice que existe a la vera del presidente Sánchez un fenómeno descomunal, un tal Iván Redondo, que según parece sabe de campañas electorales y de asesorías más de lo que está escrito en los textos de hermenéutica y semiótica, que si bien estuvo al lado de Albiol y de Monago, ambos del PP, el presidente Sánchez lo tiene como director del Gabinete de la Presidencia, haciendo funciones como si fuera el gran gurú o como el oráculo de Delfos, que sabe de estrategia política más que nadie y ya vaticina cuál va a ser el resultado electoral el 28 de abril, colocando al PSOE como el partido más votado, aunque en las pasadas elecciones andaluzas le haya salido el tiro por la culata.

Y claro, como todos están diciendo que van a ganar, posicionándose bien a la derecha, el centro, o la izquierda, solo dejan un pequeño hueco para los nacionalistas a los que también se les denomina de izquierdas o de derechas, cuestión esta última inexplicable dentro de la teoría política.

Sin embargo, pudiera acontecer, y no es la primera vez, que sean los nacionalistas los que den gobernabilidad al país, lo que hará que los izquierdistas y derechistas se queden a las puertas de su deseo y para caminar tengan que apoyarse en las muletas de los nacionalismos.

En esta precampaña ya está instalándose el gran barullo, donde unos pretenden encandilarnos con autobiografías, donde la memez y las patadas a la historia están en más de una página, y otros que van a enderezar los entuertos cual Quijotes ensoñadores, donde a través de las palabras huecas no solo buscarán -todos- el aplauso de los que se quedan en el patio de butacas del escenario venidero, sino que su deformación como protagonistas de una mala película está dispuesta para el estreno.