Los juicios parecen una representación, o sea, un acto teatral, pero a veces logran recomponer el fragmento de vida que se juzga. Para esto resulta fundamental que las pasiones de los actores afloren. Por ejemplo, ese punto de soberbia de Cuixart, cuando alardea, más o menos, de haber aportado las masas en el que calificó como mayor ejercicio de desobediencia civil de Europa. Masas, atención, que se movían a las órdenes de sus dirigentes (y en particular de él mismo). Un tsunami humano, metáfora en la que se regodeó, pero, en realidad, siempre bajo control. Ahora bien, él solo ponía las masas, no proclamaba repúblicas. Puigdemont tampoco la proclamaba, solo daba voz a lo que el Parlament había votado. ¿El Parlament, que presidía Forcadell? No, no, dice Forcadell, eran los partidos los que estaban detrás. ¿Y quiénes estaban detrás, vigilantes? Las masas de Cuixart (o sea, Fuenteovejuna).