Al dar noticia sobre la muerte de Xabier Arzallus, dirigente histórico del PNV, la generalidad de los obituarios destacan que antes de dedicarse a la política profesó como jesuita. Una circunstancia a la que algunos analistas dan gran importancia, en la medida de que en los diccionarios abundan las acepciones en las que se define al "jesuita" como un ser hipócrita y al "jesuitismo" como una forma taimada de comportarse. Hace años, un cura me dijo que los jesuitas habían sido sabiamente organizados por su fundador, Ignacio de Loyola, que, no lo olvidemos, primero había sido militar. "Los más valientes y generosos son destinados a las misiones en tierra de infieles, los más brillantes a la enseñanza o a la predicación, y los más inteligentes a dirigir desde la sombra". Y parece ser que a esa última tarea se dedicó en cuerpo y alma Arzallus cuando se hizo militante del PNV, que es la versión vasca de la democracia-cristiana. Arzallus manejó con mano de hierro la formación fundada por Sabino Arana, que es tanto como decir de la política vasca. Y enfrentarse a él era arriesgado. El periodista orensano Pepe Rey, con el que coincidí en el desaparecido El pueblo gallego de Vigo, publicó el libro El jesuita, en el que toca asuntos muy delicados de la política vasca. Entre otros, la supuesta financiación del PNV por los empresarios de las tragaperras y la también supuesta creación de una policía secreta que estaría al servicio no de la administración vasca sino al exclusivo de la formación que dirigía Arzallus. Un asunto escandaloso que se complicó todavía más al trascender que el encargado de organizar esa policía secreta, el alemán Hans Joseh Horchem, era un antiguo nazi que trabajó para la CIA. De la catadura moral de Horchem baste como muestra una frase recogida en su libro Los espías también se jubilan que Rey coloca en el prólogo de El jesuita: "La autonomía del País Vasco debe descansar en dos columnas básicas: la policía y el dinero". Todas estas revelaciones, y algunas más, le costaron al periodista la enemiga del PNV y sucesivas campañas de desprestigio que culminaron con la difusión de carteles con el lema "Pepe Rey apunta y ETA mata" en el que le atribuía gratuitamente la autoría intelectual de los atentados. Curiosamente, el PNV y Arzallus se vieron envueltos en una polémica parecida con periodistas madrileños (Pedro J., Carlos Dávila e Isabel San Sebastián) después del atentado frustrado contra Carlos Herrera, que entonces trabajaba en Radio Nacional. Desde algunos medios se insinuaba que el PNV colocaba en la diana del terrorismo a algunas personas y Arzallus contestó: "ETA sabe muy bien a quién atacar o a quién secuestrar sin recibir instrucciones del PNV".