Una tarde de abril de hace casi diez años me senté frente a un ordenador y, movida por la necesidad de compartir un concreto sentimiento, comencé a escribir el que sería mi primer artículo de opinión, titulado Conciliación familiar y laboral: la gran estafa. No podía imaginar por aquel entonces que dicho texto encontraría, merced a una querida amiga del colegio, un hueco en las páginas de El Diario Vasco para, desde allí, abrirme las generosas puertas de La Opinión de Tenerife y, posteriormente, de La Provincia (Diario de Las Palmas), de El Día y de otras publicaciones canarias y peninsulares. Meses más tarde, y con el ánimo de poner a disposición de mis posibles lectores todas las ideas que pugnaban por salir de mi cabeza y de mi corazón, nació el blog Lo que muchos piensan pero pocos dicen, que ya reúne más de setecientas entradas de temáticas diversas, destacando entre ellas la violencia de género, el acoso escolar y la mediación, mis permanentes cruzadas.

El destino me ha permitido, asimismo, compatibilizar la pluma con la voz y colaborar en varias emisoras de radio desde las que poder defender las causas de la justicia, la igualdad y la paz. Por eso, creo que el 8 de marzo es un inmejorable día para agradecer su apoyo y cariño a cuantos responsables de medios de comunicación han confiado en mí y a todos y cada uno de mis compañeros de micrófono a lo largo de esta década. Por supuesto, yo también me sumo de nuevo a la convocatoria mundial de reivindicación femenina, persuadida de que no debe ser instrumentalizada y ha de trascender a edades, profesiones, ideologías políticas, creencias religiosas, doctrinas económicas y clases sociales y por ello no acudiré a mi trabajo ni desarrollaré ninguna de mis actividades habituales.

Curiosamente, como si se cerrase un círculo mágico al cabo del tiempo, ha sido un estudio sobre la conciliación personal, familiar y laboral en Canarias, realizado por la asociación Charter 100 Tenerife (a cuya Junta Directiva tengo el honor de pertenecer) el que me ha devuelto a aquella tarde de abril, a aquel punto de partida en el que quise canalizar mi frustración ante el escenario tan injusto que se abría ante mis ojos, observando a infinidad de mujeres agotadas por el ritmo frenético de ocupaciones al que se veían sometidas trabajando dentro y fuera de casa y soportando el cargo de conciencia de no poder atender a sus propios hijos por falta de tiempo y de energías. Contemplando a madres exhaustas que apenas encontraban un hueco para practicar deportes o disfrutar de aficiones en beneficio propio y a padres que no estaban dispuestos a arriesgar sus ascensos por llevar a los niños al pediatra o ir al supermercado. En definitiva, por más que buscaba las grandes ventajas de aquel progresista y avanzado modelo femenino, sólo me daba de bruces con los inconvenientes que generaba, principalmente para las propias afectadas y, como si fuera una torre de naipes, para el resto de la sociedad.

Es cierto que se vislumbran algunos avances en cuanto a la actitud y la buena voluntad por parte de un número cada vez más significativo de hombres, pero las rutinas masculinas han variado mínimamente y no podemos seguir así. Me siento enormemente orgullosa de ser mujer, hija, esposa, madre, amiga, compañera y simple ciudadana. Doy gracias infinitas a mis antepasadas, especialmente a mi Pilar -la extraordinaria dama que me dio mucho más que la vida- todo su esfuerzo por que sea lo que soy hoy, y a millones de heroínas como ellas les ofrezco mi más sincero homenaje. Deseo decirles, allá donde estén, que su paso por este mundo no ha sido en balde, pues sus renuncias han dado frutos abundantes en las generaciones posteriores. Siguiendo su estela, me comprometo públicamente a continuar luchando por las niñas y las jóvenes que recogerán nuestro testigo para que gocen de un futuro en el que mujeres y hombres, sin exclusión, caminemos juntos de la mano, unidos en la igualdad.

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