Ayer, 8 de marzo, todos los miembros de la Familia Hospitalaria celebramos la festividad de San Juan de Dios, fundador de la Orden Hospitalaria y patrono de la enfermería y de los bomberos, que murió en Granada el 8 de marzo de 1550. San Juan de Dios experimentó una profunda transformación interior después de oír predicar al maestro Juan de Ávila, dedicándose desde ese momento a evangelizar y aliviar el dolor y el sufrimiento de los enfermos y más pobres de la sociedad que le tocó vivir.

La Orden Hospitalaria, creada por sus colaboradores más cercanos, impulsados por el Carisma de San Juan de Dios, ha seguido durante estos cinco siglos evangelizando, trayendo la ''Buena Noticia'' a los más vulnerables de la sociedad como lo hizo San Juan de Dios, "un hombre apasionado por Dios y compadecido del enfermo y del pobre", como les recordaba el papa Francisco a los hermanos en el marco del LXIX Capítulo General de la Orden, celebrado en Roma el pasado mes de enero.

Hoy, más de mil hermanos, 45.000 trabajadores, 8.000 voluntarios y miles de bienhechores desarrollan su labor en más de 450 obras apostólicas a lo largo de 53 países en los cinco continentes. Bajo el Carisma de la Hospitalidad se han desarrollado centros de acogida, comedores sociales, economatos, centros de salud mental, de atención a la discapacidad intelectual, de mayores, drogodependientes, enfermos terminales, hospitales, etc. Cada uno de ellos es una obra apostólica, una obra de la Iglesia Católica en el que la evangelización se realiza a través de la asistencia. Intentamos que, a través de nuestros actos, las personas que acogemos y tratamos vean en nosotros al buen samaritano, aquel que se aparta de su camino para socorrer al que sufre, a su prójimo.

La Familia Hospitalaria. Si bien hasta la mitad del siglo pasado la mayoría de las obras estaban llevadas por los hermanos hospitalarios, con el desarrollo tecnológico, la especialización y las nuevas necesidades asistenciales, progresivamente se han ido incorporando colaboradores, de tal forma que hoy son los actores principales y no hay áreas en las que no estén presentes. Hermanos y colaboradores (trabajadores, voluntarios y bienhechores) formamos la familia hospitalaria.

Sin embargo, esa apertura necesaria puede hacer que en nuestros centros en vez de la ''Cultura de la Hospitalidad'' se caiga en la ''Cultura de la técnica''. La tecnificación de la asistencia junto a la secularización de la sociedad pueden ser elementos que dificulten el cumplimiento de la ''Misión'', que pretende aliviar el dolor y el sufrimiento, no sólo físico y psicológico, sino también espiritual, abordando la trascendencia del ser humano.

Mediante la acogida y formación permanente de los colaboradores en los Principios y Valores de la Institución, recogidos en la Carta de Identidad, en la Humanización, Bioética y Pastoral de la salud, los hermanos y equipos directivos tenemos la responsabilidad de crear esa ''Cultura de la Hospitalidad'' y lograr que los trabajadores hagan lo mismo que el buen samaritano, tratar al prójimo como le gustaría ser tratado, amar al prójimo como a uno mismo.

La Hospitalidad es lo que verdaderamente diferencia a nuestros centros. No lo es la tecnología, ni las instalaciones, ni la cartera de servicios, ni la elevada cualificación y especialización de su personal. Estando todas ellas al mismo o similar nivel que otros centros sanitarios y sociosanitarios de nuestro entorno, la diferencia está en la hospitalidad, en el amor que todos los que allí trabajan profesan por los que sufren, por los más vulnerables.

Y esta diferencia es reconocida por nuestros pacientes, usuarios, familiares, por todas las personas que acuden a nuestros centros y por la sociedad en general, que ven cómo nuestro personal se desvive por atenderles, por ayudarles, por aliviar su dolor y sufrimiento, como lo han hecho los Hermanos de San Juan de Dios a lo largo de cinco siglos.

*Director Gerente del Hospital y Centro Psicopedagógico San Juan de Dios de Tenerife