Todo aquel

Que piense que la vida es desigual

Tiene que saber que no es así

Que la vida es una hermosura

Hay que vivirla

Todo aquel

Que piense que la vida siempre es cruel

Tiene que saber que no es así

Que tan solo hay momentos malos

Y todo pasa

Ay, no hay que llorar (No hay que llorar)

Que la vida es un carnaval

Que es más bello vivir cantando

Oh oh oh ay, no hay que llorar (No hay que llorar)

Que la vida es un carnaval

Y las penas se van cantando?

Seguro que muchos de nosotros mientras leemos la letra de la canción de Celia Cruz, la vamos entonando, y que, además si hemos salido a la calle en estas fiestas populares, la habremos cantado más de una vez. Para aquellos que la lean, y no salga la música sola en su cabeza, la letra tendrá algo que decirle.

El carnaval, la fiesta del adiós a la carne, es una fiesta de costumbre antropológica con tintes religiosos, donde, por el ejemplo, en el cristianismo era la gran fiesta que precedía a la Cuaresma, y por consiguiente, 40 días de recogimiento, ayuno e introspección. La fiesta del carnaval permite la explosión de esa gran comilona, juerga y desinhibición antes de esos próximos días de gran esfuerzo antes de la Pascua. El carnaval te permite todo lo que se pueda hacer, existe la liberación en el más amplio de los sentidos, se olvidan las penas y así es cómo hoy en día aun lo vivimos. En el carnaval, cada uno saca la versión menos reprimida de sí mismo, vivimos un nosotros libre de tapujos, donde hombres y mujeres se visten de diferentes formas, sacando su disfraz, el lado más original, sensual, divertido y libre de complejos. Una fiesta donde todos somos iguales, no existen ni las clases, ni las restricciones socioculturales, los problemas se congelan temporalmente y uno se centra exclusivamente en disfrutar.

Pero ¿cuál es la magia del carnaval?

Música, risas, alcohol, bromas, bailes, disfraces? y sexo. Es la liberación hecha esencia, condensada en unas horas, unos días? sin pensar en nada más que en divertirnos sin importar con quien. Es un adiós a la vergüenza, sin represión mental ni social. Es simplemente ser uno mismo con la persona que tienes en frente. Rodeado de los tuyos, y todos en la misma sintonía, salimos a divertirnos y a olvidar las penas que a todos nos pesan.

Si pensamos, la vida moderna nos lleva a un estrés muy alto, donde no solo nuestro día a día, sino toda la información del mundo exterior, la presión laboral, familiar, la situación en la que estemos, nuestro pasado, presente y ese futuro incierto nos carga sin muchas veces darnos cuenta. Durante la fiesta, gracias a la música, al baile y a lo que todo ello conlleva, conseguimos olvidarnos por un breve periodo de tiempo de toda esa presión y liberarnos de esas toxinas mentales, ¡qué bien nos hace falta!

Haciendo honor a la canción de Celia Cruz, hoy reflexionamos sobre eso de que la vida es un carnaval y que las penas se van cantando, que la vida es una hermosura y que todo pasa. Al fin y al cabo, la vida es actitud, y la viviremos en función de cómo la afrontamos. Efectivamente, si sacamos el lado positivo de las situaciones, esto hará adaptarnos y vivir mejor. Si nos quedamos con los momentos buenos, el sabor de la vida es otra. Sabemos que los males pasan, y vienen nuevas oportunidades y experiencias, pero si nos quedamos anclados en esa situación que nos entristeció o nos afectó de forma negativa, la vida será otra.

Entonces, ¿qué aprendemos durante el carnaval? Principalmente, de qué somos capaces, que podemos dejar a un lado todo aquello que nos afecta y que podemos disfrutar, reír, cantar y bailar. Por supuesto, que el momento y el entorno ayuda, ahí sí está permitido, la norma implícita del carnaval es la liberación, y se nota. Por otro lado, la vida es un carnaval, porque todos vamos disfrazados, vamos etiquetados con quien somos, con lo que hacemos, con nuestros miedos y condicionados por nuestra historia, quedándonos atrapados y permitiéndonos independizarnos solo en momentos de diversión, libres de represión, exclusivamente cuando es lícito.

Y yo me pegunto, ¿por qué no vamos con la misma actitud el resto del tiempo? Si somos capaces de sacar nuestra mejor versión en esos momentos, cómo es que no la mantenemos el resto del año. ¿Cómo no nos reímos más, cantamos más, nos divertimos más? Tampoco se trata de llevarlo a la máxima expresión y dejar las responsabilidades o los problemas de lado. Sólo de llevar esa actitud de forma interna, no dando tanto peso a las cosas que nos afectan, dándole su justo valor, afrontándolas y dedicándoles el tiempo necesario para luego poder disfrutar más de las cosas. Porque, al fin y al cabo, la vida es tuya, y la vivirás como tú la sientas, las penas pasan? vendrán otras, pero también existen los buenos momentos, ¡vamos a disfrutarlos! Acaso ¿no puede ser la vida una hermosura?

*Psicóloga y Terapeuta

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