Mi infancia la pasé en una pequeña ciudad española, rodeada de mis abuelos, de los que aprendí la bondad de las personas. Por circunstancias personales pasé largas temporadas con ellos, que eran ricos en sus conversaciones y en la gran diversidad de ideas que existían entre todos. Mi abuela vivía con la prensa, las noticias y la actualidad del momento; su vejez le trajo problemas de audición, y a veces era yo quien le repetía alguna noticia que con dificultad lograba entender. Siempre recordamos su actitud cuando un informativo daba cuenta de una tragedia, su tranquilidad y expresividad cuando suspiraba porque tal hecho había ocurrido en un lejano país, fuera de España, lo que le permitía relativizar su afectación.

Me hizo recordar esta anécdota el presidente de la Cumbre Mundial de Comunicación Política, celebrada hace unos días en Madrid. Comentaba en la rueda de prensa que a la ciudadanía le preocupa lo que ocurre a "un metro de la puerta de su casa". Nos hacía reflexionar sobre lo cerca que tenemos que estar de los problemas de las personas, de sus necesidades, de lo que sienten. El éxito pasa por estar en la calle y desarrollar una estrategia de tierra, o como yo digo anecdóticamente, "despliegue en guerrillas".

La ciudadanía no vota ideología, vota liderazgo, vota proyecto. Se nos propone abordar el reto de la escucha desde la premisa que puedes tener poder pero no toda la sabiduría.

Nos referimos al valor de la actitud, que lo multiplica todo, y que refleja que en política cantidad no es igual a calidad. La importancia de hablar con las personas, no de las personas, del valor de nuestra presencia, de cómo el ciudadano busca orden en el desorden. Del gran valor que tiene la humildad en el despliegue público de nuestro liderazgo político, de cómo nos hace crecer y generar mayor confianza, más seguridad.

De cómo el ego nos debilita, y nos distancia de esa realidad que nos hace tener "los pies en nuestro terreno electoral", para llevarnos a una segunda realidad desde donde actuamos y tomamos decisiones en ocasiones desconectadas de nuestra ciudadanía.

Desarrollemos unas pautas en nuestro discurso, en nuestra estrategia, establezcamos una hoja de ruta con sentido para nosotros: ¿De qué trata la elección, de cambio o de continuidad? ¿De ganar o de posicionarnos? ¿Cuál es la razón más poderosa que tiene nuestro candidato? ¿Qué cambios significativos va a tener la ciudadanía si nosotros gobernamos? ¿Por qué debe elegirnos a nosotros y no a los otros? ¿Cómo queremos definir a nuestros contrarios? ¿Qué vamos a hacer desde hoy hasta que ganemos? Las elecciones no son sólo un momento, son un proceso. Abandonemos la inercia de tomar decisiones guiados por la intuición que ahora, ya, no nos acerca al éxito. Tenemos que investigar y no confundir la estrategia con publicidad, nuestra gente quiere compromisos no promesas.

Y si nos preguntáramos qué hacen los ganadores, aquí están algunas de las aportaciones y toda la riqueza de los estudios recientes.

? Se preparan con tiempo. Cuando los espacios están libres son más fáciles de ocupar, de rellenarlos.

? Se asesoran de expertos.

? Hacen investigación propia: es clave.

? Definen una estrategia (la ruta que yo voy a construir desde hoy hasta el día de la elección), una línea recta independientemente del opositor.

? Tener presente la percepción de lo que ocurre.

? Hacer una buena gestión del tiempo.

? Disciplina: las campañas tienen que ser lo menos democráticas posibles.

? Se sigue una única partitura, racional y emocional al mismo tiempo.

? Hacemos comunicación multidimensional.

? Trabajamos en aire y en tierra.

? Somos diferentes, creativos, innovadores.

? El ataque no es constante, solo puntual, dirigido y exclusivamente donde más debilita.

? Jamás menospreciamos a nuestros competidores.

? Seguimiento día D; para expertos consultores es el día más importante de toda la Campaña.

Aportemos contraste en nuestro discurso? y constantemente situémonos dentro de la mente del ciudadano (qué gana con nosotros, qué ve, qué siente, qué necesita...). Sé tú, sé creíble, sé capaz...

Siempre he defendido el poder de la candidatura, el valor del cargo público por sí mismo, de la fuerza del equipo de campaña, de cómo el objetivo es único para todos: el éxito de nuestro candidato, trabajar para él y con él para dar soporte al cumplimiento de los objetivos de campaña, del candidato... El gran valor del trabajo con la persona que está ahí, en su historia personal y familiar, cómo aunarlo todo para que la persona pueda brillar y conjugar todos los grandes intereses que se cruzan? y el papel fundamental del asesor del candidato, libre de cualquier compromiso político.

El poder de la persuasión, siempre me ha llevado a pensar que "nos enamoramos en soledad", la persuasión funciona en soledad; es en nuestra soledad cuando sentimos la huella de esa persona en nosotros, y se despierta el sentimiento? y así seducimos. Llévalo a la política y lidera ¡emociona y gusta!

*Psicóloga. Asesora/Coach Político. CEO ETIK

@EtikMaite www.etikpolitica.es