Susana Díaz se ha comprado un bloc. "Tomo nota", dijo tras el comité federal en el que se aprobaron las listas del PSOE. Fue un tomo nota amenazante, no un tomo nota como el que te dice amablemente un camarero cuando le pides el sandwich mixto y el cafelito. Díaz toma nota y una pizca de cicuta. Sánchez, que tanto ha invocado el poder decisorio de la militancia, emplea el dedazo. Ha impuesto, y es lógico que así sea, a sus fieles y ha purgado a gente como Antonio Pradas, símbolo del susanismo andaluz, lo cual ya más que purga es un poco de recochineo. No porque sea Churchill, ni siquiera es Romanones. Es por lo que a Susana Díaz le pueda doler el ataque a un íntimo colaborador suyo. La suerte no está echada, pero la herida del PSOE se reabre. Según los más atinados observadores, la pugna entre Sánchez y Díaz va dos a cero para el madrileño, aunque le da a uno que en lo más íntimo del presidente del Gobierno pudo haber un hálito de alegría al contemplar cómo Susana Díaz perdía la Presidencia de la Junta. Tres a cero.

A la expresidenta de Andalucía no le gustan las listas pero tiene que hacer campaña a lo bestia si no quiere exhibir un resultado mediocre en el sur que se le puede volver en contra. Le da a uno que el socialismo andaluz está mucho más motivado y predispuesto a las municipales que a las generales.

El bloc de Díaz es para apuntar la venganza, pero el bloc de Albert Rivera es para apuntar fichajes, que con tantos como son corre el riesgo de que se le olviden. El último es un abogado del Estado que exhibe como mérito haber sido purgado. Aquí todo el mundo toma nota, los agravios no se olvidan y las hojas de los cuadernos se llenan de abjuraciones, invectivas y recordatorios. Pero los favores nadie los apunta. ¿Qué favor te he hecho yo para que me trates así de mal?, puede preguntar más de uno.

Somos de buena memoria para las ofensas. Sentirse ofendido es en España un leiv motiv, o dicho menos extranjerizantemente, un buen motor, combustible o acicate, que no era otra cosa que la estrellita de metal que el jinete llevaba en el tacón de la bota para punzar al caballo y espolearlo e incitarlo a correr. A galopar.

Al galope vamos hacia las elecciones, todos con su bloc, las papelerías sin dar abasto y los sinescaño, que son legión, van constituyendo una partida de agraviados tristones y sin sueldo. Un ejército de Pepiños Blancos defenestrados. Y con la marca del acicate en el culo.