Hay una iglesia de Madrid que sería una campeona del mundo de boxeo. Dicen los medios que reparte unas 15.000 hostias al mes. Pero son muchas menos que las que se están dando en la campaña electoral más virulenta de la historia de la democracia. Porque en esta campaña, querido electores, electoras y electoros, no se disputa el voto de la esperanza, sino el voto del miedo. Es el enfrentamiento del eje Trifacha por un lado y el pacto Frankestein por el otro. El apocalipsis zombi. Las derechas profundas contra las izquierdas ilusorias. Y los mensajes se refieren siempre a los otros como los villanos de una mala película de Marvel. Las dos Españas asoman en las urnas como las cuchillas de un arrecife coralino.

Los aparatos de los partidos ya no disimulan que la democracia interna se ha ido a freír felices puñetas. Ponen a quien le da la gana y donde les da la gana. "Tomo nota" ha dicho Susana Díaz, la baronesa andaluza, después de que Pedro Sánchez le haya pasado a cuchillo a los candidatos propuestos por las bases. El PSOE se ha convertido en una ínsula Barataria en la que sólo habita el pedrosanchismo. Lo mismo ha ocurrido en el PP, donde Casado ha condenado a la jubilación anticipada a todo aquel que estuvo en el marianismo y el sorayismo difuntos.

La nueva política, tan vieja como la anciana, guante de seda en mano de hierro, se ha apuntado al sistema digital. Ciudadanos se desinfla en un viaje desesperado que abandona el centro como hojas marchitas. El aparato de Podemos, noqueado por los graves errores de Pablo Iglesias, intenta recomponerse como puede, colocando a nuevos fieles en la batalla de la resistencia. Atrás quedan ya Carolina Bescansa, Sergio Pascual, Luis Alegre, Lorena Ruiz, Rita Maestre o Íñigo Errejón, en el retiro o en la competencia electoral. Como el reverso luminoso de la foto de Colón, pero en el florido tecnicolor de Vistalegre. Las mareas de Galicia y las de Valencia van a ir por su lado, cuidadosamente distantes de la factura que el electorado progresista les va a pasar a quienes tanto prometieron y tanto defraudaron. Y los nacionalistas canarios, muy dignamente divididos en sus eternos liderazgos personalistas e inquinas provincianas, juegan a ser las dos cabezas de un mismo y suculento ratón, que siempre acaba comido por el mismo gato.

Cómo estará la cosa de confusa que le preguntan a la candidata de Podemos a Santa Cruz, Yaiza Gorrín, cómo es posible que hayan pactado en el municipio con Izquierda Unida y no se haya hecho los mismo en toda Canarias y responde que no tiene ni idea, que de eso no la informan. ¿Pero no iba esto de abajo arriba? ¿Pero si además pactó con Ramón Trujillo, que es el coordinador de IU en Canarias? Pues ya ves. Esto es lo que hay. La matemática del caos y el egoísmo. O sea, del poder.