Muchos catalanes -ciento veinte mil para los convocantes, dieciocho para la Delegación del Gobierno y cincuenta mil para los medios más generosos- recorrieron el Paseo del Prado con pancartas y consignas coreadas para despedirse de España, según gritaron. La manifestación, autorizada y legítima en su demanda, discurrió de modo ordenado y, en consecuencia, el despliegue policial sólo protegió la marcha ante cualquier eventualidad. A su término, el genetista Torras y el pujolista Mas, entre los notables inductores, se felicitaron por el éxito de la movida o, según su jerga, "por la visualización internacional del conflicto".

Fue una mínima y breve satisfacción en unas semanas de líos y zozobras, en las que las mentiras caen como fruta pasada tanto en la agitada Barcelona -donde la guerra abierta entre Esquerra Republicana de Cataluña y el PDeCAT, el partit del tres per cent, entró de lleno entre las listas electorales- y en el Madrid bullicioso, donde la declaración ante el Tribunal Supremo del Mayor de los Mozos de Escuadra, José Luis Trapero, con meritoria valentía, desmontó las patrañas, excusas, milongas patéticas sobre la doble legalidad y la cobardía repetida de que la Dui fue una mascarada, una broma sin humor, un huevo sin sal, que la oposición a las fuerzas del orden, incluidas las propias, fueron una muestra folclórica, como las sardanas dominicales en la catedral?

La prensa internacional comentó la marcha, ¡faltaría más!; pero resaltó que la protesta separatista se desarrolló en el marco de una democracia seria, estable, fiable en Europa y el Mundo y preparada para defender sus leyes y soportar los insultos sectarios de una minoría airada de ciudadanos. Dedicó mayor atención, miren por donde, a unas infamias vertidas por Elsa Artadi, musa de Puidemont y Torra, que se comparó con Ana Franck en su situación de catalana secesionista. Los palos a esta señora y a una causa que, además no tiene más defensores públicos que la minoría flamenca de Bélgica, que reconocer sus simpatías nazis, llegaron de todas las geografías. Y especialmente de Israel cuya delegación diplomática la descalificó por comparar el Holocausto con una riña territorial. Y si tuviera vergüenza, ética o sentido del ridículo saldría del bien pagado cargo de portavoz de la Generalitat. Pero no saldrá. Está en el juego de las fake-news y la posverdad y, en ese lodazal, es la reina de los y las bocachanclas.