Habían pasado 45 años desde mi última analítica y debutaba en la de orina. Mi coste sanitario al Estado ha sido muy exiguo, casi nulo. De momento no he pasado del médico de familia y ambulatorio, y estoy en lista de espera para una sencilla operación.

Digamos que ahora es cuando me adentro en la sanidad pública y lo escribo porque mi experiencia hasta ahora del sistema sanitario canario no ha podido ser más favorable. Voy prevenido de los pacientes y no curiosamente de la sanidad. Todo el mundo habla de ésta, pero nadie de los usuarios. En la vida real son de estos últimos de quienes me hablan. Un amigo que pasó dos veces por Urgencias, me dice que el personal sanitario en su conjunto es merecedor de sobresaliente, no así algunos usuarios que están de noche con él: maleducados, exigentes como niños malcriados, sin el más mínimo respeto a los demás, que el personal aguanta. La otra persona en un ambulatorio oye a personas protestar airadamente, alardeando como potentados "que para eso pagan". Sin embargo no aparentan que su contribución al mantenimiento del Estado social hubiera sido muy apreciable y que más bien se situaban en ese segmento de receptores universales de ayudas y prestaciones desagradecidos, objeto de la solidaridad sistémica.

Creo que la última posibilidad de pervivencia de la socialdemocracia estuvo en el Partido Laborista y la tercera vía de Tony Blair, gracias a teóricos como Anthony Giddens. Giddens era partidario de que la entonces agonizante clase obrera y capas populares abandonasen su posición de exclusivos titulares de derechos para asumir obligaciones sociales y deberes ciudadanos. Superar el victimismo acreedor. Ahora la reivindicación urgente que ha descubierto la izquierda es la desigualdad, tras atacar por la calidad de todo. El pretendido lamento en realidad es confirmación del bienestar. Ya solo basta encontrar bonitas palabras. Por su concepción tutelar y paternalista es incapaz de mirar al desigual y ver si por su propia dignidad debería intentar actuar también como sujeto activo y adulto, que propugnara Kant, o festejar una falsa igualdad de asistido eterno e incondicional hecho sumiso. Seguramente la izquierda española sea única en el mundo para hablar de recortes y privatización sin ofrecer estudios ni conclusiones, ni enfocar un debate racional riguroso. Con datos cuantificados, análisis objetivos, prospecciones, mejoras ciertas, discusión pormenorizada. Bastan dos consignas, ¡dos!, repetidas miles de veces. Mientras el Servicio Canario de Salud trata de adultos a los pacientes: ofrece el coste público de cada acto sanitario.