Va siendo hora de decir que la campaña del PSOE es muy inteligente. No porque lo digan las encuestas, sino porque más allá del viento de cola y de la coyuntura que desangra a Ciudadanos, PP y Vox, los socialistas están dibujando el panorama post electoral que más les conviene.

Mientras la derecha se autodestruye, Pedro Sánchez ha puesto en marcha los viernes sociales regando millones, con decretos del Gobierno, dirigidos a importantes colectivos (a costa de engordar aún mas la deuda pública). Además se podría interpretar que está colaborando con discreción al intento de que los daños electorales de Podemos sean los menores posibles. Desde noviembre de 2017 se conocen las andanzas de la policía patriótica en la sucia investigación realizada sobre la financiación de Podemos, pero es ahora, en plena precampaña, cuando emergen las turbias maniobras de los policías, coincidiendo con el regreso a la arena política de un revitalizado Pablo Iglesias.

En ese contexto, las declaraciones de Iceta sobre el derecho a la autodeterminación de Cataluña, inmediatamente rectificadas, son muy significativas. Un líder como el primer secretario del PSC no patina gratis. De alguna manera, sus palabras son un guiño a Esquerra Republicana de Cataluña, que con una previsión de quince diputados se convierte en una fuerza de primer orden para una alianza de gobierno. ERC no está en las tesis de Puigdemont. De hecho, está en un camino de ruptura con la estrategia de un autoexiliado para quien el único camino posible es el de cuanto peor mejor. El PNV también ha roto puentes con el distante expresidente, al que consideran un peligroso outsider encabritado.

Pedro Sánchez está mirando de reojo a la suma de los votos de Podemos con ERC y el PNV que le acercarían a una investidura después del 28 de abril, si el crecimiento electoral del PSOE le sitúa cerca de los ciento treinta diputados. Eliminar de la ecuación a los soberanistas desquiciados de Puigdemont le conviene tanto a él como a la gente de Junqueras, que están hartos de ser compañeros de viaje de una fuerza política que funciona con mando a distancia, manejado por un líder cuya única salida es la ruptura del Estado y, por lo tanto, incapaz de negociar nada que no sea el caos.

El pacto a la andaluza parece cada vez más lejano porque las meteduras de pata de una derecha ultramontana no hace más que dividir los mismos votos entre las diferentes fuerzas que pugnan por ocupar el mismo espacio. Ciudadanos no sólo ve como sus expectativas de crecimiento se moderan, sino que se alejan. Y ante el PSOE se abre un nuevo escenario en donde sería posible conformar una nueva mayoría y, de paso, darle una salida negociada y a largo plazo a la cuestión catalana. Solucionar dos problemas internos por el precio de uno. Ahí es nada. Queda la cuestión pendiente del juicio al procés y el futuro de Junqueras. Pero para eso queda tiempo. Y el señuelo del indulto.