Un título sugerente y que puede llevar a intriga, ¿no? Pues sí, bastante? hoy me gustaría hablar de esa estrella del porno que de alguna manera nos ha influenciado. A ellos y a ellas. Hemos crecido viendo imágenes o vídeos con escenas y cuerpos que intentamos de alguna manera emular, reproducir o rechazar. Muchas veces frustrante, otras? no tanto.

Hay quien dice que nunca ha visto porno, hay quien opina que el porno es machista y que utiliza a la mujer como objeto y hay quien sabe disfrutar de él. La realidad es que el porno ha estado vivo en nosotros desde que tenemos uso de razón y ha crecido en formas y modos acompañándonos, ya sea porque lo que hemos visto o por lo que nos ha llegado de diferentes maneras a través de nuestro entorno.

¿Quién no recuerda en la adolescencia ver alguna película porno de esas que tenían los padres escondidas en el armario?, ¿ver el Canal Plus codificado buscando entre tanta línea alguna forma sugerente? Todos de alguna manera hemos podido verlo, las imágenes impactaban, alguna escena desagradable pero que te intrigaba, te despertaba la imaginación y no veas como alteraba tu sistema reproductor. Esos somos nosotros, los que pasamos o rondamos los cuarenta, las estrategias para poder verlas y aprender de lo que veíamos eran todo una. Queríamos saber qué era eso que veíamos, saber lo que se sentía y quizás hasta experimentarlo.

El tiempo pasó y se evolucionó, del VHS o Canal Plus hemos pasado a tenerlo a un toque de clic en internet, pudiendo visualizarlo en todo tipo de pantallas o lugar, desde el móvil, la tablet o el ordenador, el porno puede ir contigo allá donde vayas, y si quieres, ayudarte a desahogarte en el momento que te apetezca. Es inmediato. Cuando quieres, ahí está.

La consecuencia directa de esta inmediatez es la autosatisfacción, pero hoy no vamos a entrar en profundidad en las secuelas negativas de tanta facilidad, como por ejemplo una de ellas, el alejamiento de tu pareja, ya que, si te desahogas a solas cada vez que te apetece, no vas a buscar a tu pareja para intimar o a proyectar esas ganas, ese deseo, esa imaginación, o esa búsqueda del otro para hacer lo que os distingue y os une. La consecuencia es que, si mantenemos esa conducta, nos alejaremos y poco a poco llegaremos a lo inevitable, la ruptura.

Pero analicemos algo que ocurre de forma íntima en cada uno de nosotros y que no verbalizamos, la comparación. Sí, nos comparamos y comparamos a nuestra pareja, consciente o inconscientemente. Primero físicamente y luego las escenas, las posturas o las situaciones. Las imágenes que hemos visto llegaran a nuestra mente en diferentes momentos, y eso, si no sabemos gestionarlo, nos hará comparar. Todos queremos algo de lo que visualizamos. Queremos tener ese cuerpo y hacer esas cosas. Los hombres compararán el tamaño, lo que duran y la forma de hacerlo. Ellas querrán tener ese cuerpo, actuar como ellas y realizar esas escenas, o la mayoría de ellas. La frustración llega, porque ni somos estrellas del porno ni estamos con estrellas del porno. La comparación primero es propia y luego con la pareja. Quieres que tu pareja haga lo que has visto o tenga los atributos que te han puesto a mil. Pero la realidad es la que es, y existe el peligro de pornificar la vida íntima.

Hacer el amor dista bastante de realizar una escena que has visto en una peli porno, hacer sexo con alguien a quien no amas también. Podrás tener un buen polvo, por supuesto, puedes amar a esa persona o no, pero no es una peli porno. En función de la edad que se tenga la visulización del cine pornográfico afectará de formas diferentes. A menor edad peor, ya que la sexualidad no ha madurado y se confunde relación sexual con escena pornográfica.

El cine porno tiene aspectos que sí podemos considerar positivos, evitando las comparaciones y el aspecto negativo de la situación, veamos a esas estrellas como personas libres de tabús, que saben jugar, divertirse y sacar el máximo provecho a su propia sexualidad. No tienen vergüenza, no están reprimidos, y el sexo es otra forma más de sentir placer en compañía.

El visionado del porno es como el resto de las cosas, ni todo es malo ni todo es bueno. Para una sociedad donde la cultura, la educación y la religión nos ha reprimido en muchos aspectos, el acceso a esas escenas hará que se rompan los límites impuestos en tu propio cerebro, siempre y cuando se vea desde una madurez y una consciencia de la realidad. Se aprende. Se abre la mente. Te da otra visión de la intimidad, puedes imitar aquello que va contigo, lo que te satisface o crees que puede hacerlo. El compartirlo con tu pareja os puede hacer crecer sexualmente y por ende os unirá más. Hablarlo y decir lo que apetece es básico. Pero como todo, con cabeza, con respeto y con cariño. Respetando límites. Y sobre todo sabiendo que esas personas que están en esa película, son profesionales que se dedican a ello, que fueron elegidos por sus atributos, que pasan horas de gimnasio o por quirófano para estar como están.

La sexualidad es algo que tiene vida propia, crece, evoluciona, cambia, pero principalmente es tu máxima expresión. Es donde tu ser se abre más, donde dejas las caretas y tu yo se expresa libremente. Es curioso que sea en la sexualidad donde se proyecta más uno mismo y la pareja, si va bien, habrá una buena sexualidad y si algo falla, es en la cama donde más se verá. Vivir tu sexualidad libre de represiones es importante, y para ello, el porno puede ayudar. No tiene que ser algo constante en tu vida, pero recurrir a él para ampliar miras, para romper tabús, para liberar ciertos miedos, para despertar imaginación, deseos o erotismo, puede ser beneficioso y satisfactorio. Realmente todos llevamos a nuestra estrella particular del porno dentro, quizás solo tengamos que dejarla salir?

*Psicóloga y Terapeuta.

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