Los libros de Michel Foucault han sido una sacudida tanto para la izquierda como para la derecha, lo mismo para el pensamiento conservador como para el radical. Sus escritos han tenido un eco sin linderos porque los temas que toca: la locura, la cárcel, la medicina, la sexualidad son de los que no hemos dejado de hablar y explican el eco universal de su pensamiento.

Fiel a Nietzsche, a quien consideraba sabio como pocos, nunca creyó que los lobos escondieran corderos y afirmaba que las relaciones de poder no desaparecerían y que la disolución de la lucha de clases era un cuento de hadas, de tal forma que lo que hemos construido históricamente bien se pudiera destruir políticamente por el esfuerzo de una revolución.

Y pudiera ser, siguiendo sus elucubraciones, que estemos en el albor de una nueva versión de la lucha de clases, ahora entre el hombre y la mujer. Porque la dimensión sociológica de tender hacia una igualdad con el hombre bien pudiera desembocar en una lucha de poder donde los que han estado oprimidos por el poder elaborado por la misma historia pudieran estar en el camino de la revancha y esperan activamente obtener cotas más altas , que tal vez vayan encaminadas a cambiar el rumbo de una historia dinamizada por la razón patriarcal para convertirse en matriarcal. No se sabe.

La llamada revolución feminista tiene unas potencialidades imprevistas porque de la misma manera que en la vieja historia los territorios eran conquistados y las naciones sometidas por la fuerza de las lanzas y la picas, en el ámbito de lo masculino, el nuevo status, el nuevo poder pudiera superar el igualitarismo que se pregona dando lugar a una supremacía femenina por lo que nos encontraríamos ante una nueva situación sociológica, ni mejor ni peor, pero distinta.

Los valores que posiblemente no se vayan a reivindicar como categoría femenina serán los concernientes al espacio de la afectividad, la emocionalidad, la intuición femenina o el instinto maternal que seguirán inconscientemente en el colectivo femenino, lo que ocasionaría, a juicio de las filosofas feministas Amelia Valcárcel y Celia Amorós, que se pudieran ir empalideciéndose estos valores, dado que todo movimiento emancipa torio de un grupo o clase ascendente comporta un proyecto de subversión de valores. Y el movimiento femenino no iba a ser una excepción.

De cualquier manera, Celia Amorós, en su libro Hacia una Crítica de la Razón Patriarcal, enfatiza que la liberación de la mujer tendrá que combinar dos situaciones: ir más allá del discurso de la diferencia y de la igualdad y administrar con la practica como criterio regulador ambos discursos eludiendo cualquier atajo.

Sin dejar de tener en cuenta que la diferencia de los sexos, masculino, femenino, estructura el pensamiento humano donde se entroncan esos dos conceptos, a la vez complicados y sinuosos, antes mencionados: lo idéntico y lo diferente, por lo que al cambiar las relaciones de lo masculino y femenino, de entrada supone una convulsión sociológica que, de momento, pudiera trastocar algunos resortes intelectuales que se han elaborado en el tiempo.

De ahí que situar lo femenino y masculino dentro de un nuevo orden sociológico, histórico y hasta cosmológico no cabe duda que es una ardua tarea, que de momento parece tener poca resistencia y si un amplio consenso social.